De Islandia con dolor y sin Björk
“En el lago, arriba de la montaña, hay un monstruo que se convierte en un Cisne blanco para atraer a los humanos y ahogarlos en el fondo del lago”, si bien estas no son palabras para decirle a una niña imaginativa (Gríma Valsdóttir) como la protagonista de esta ópera prima de la realizadora Ása Helga Hjörleifsdóttir, El cisne, será su percepción del mundo adulto y la crueldad de la naturaleza rural el punto de vista dominante de este relato, basado en la novela de Guðbergur Bergsson.
Fiel a una tradición en Islandia, geografía que llega muy poco a nuestras carteleras desde la pantalla y de la que existe nulo conocimiento general, resulta una manera de castigo enviar a los niños desde la ciudad al campo. Sobre todo a púberes como la de esta película, cuyos padres acaban de separarse y la idea de pasar un tiempo con la tía de su madre genera angustia más que la chance del descubrimiento de otro mundo diferente.
Como se decía anteriormente el eje de esta historia iniciática, que transita por los tópicos de todo film en torno al choque entre el universo infantil en proceso de crecimiento y despertar sexual con el crudo entorno adulto, siempre se sostiene en la trama la mirada de la protagonista en la que la fantasía y la realidad conviven en un mismo plano, a veces como escape frente a los conflictos internos con los extraños, léase la tía, su hija regresada de la ciudad de Reikiavik y un campesino contratado para tareas rurales, y otra como herramienta transformadora de la realidad y creativa para dotar a la rutina y al entorno hostil de otros colores que la monocromática vida rural no posee.
Por otra parte, la directora debutante apela a veces en demasía a la alegoría en contraste con la naturaleza y la hostilidad del paisaje para generarle a la trama de iniciación un espacio en tono de fábula, que se acrecienta cuando la voz en off refuerza la “oralidad” como parte del recurso narrativo primario en consonancia con el punto de vista.
Que a la niña no se la nombre ni se la defina es una característica propia de la idea de fábula, con una antagonista -la hija regresada- y una historia de amor y despecho siempre distorsionada y oculta entre la realidad en la que se monta su tortuoso verano en el campo.
Tratándose de una película de Islandia para la cartelera local es todo un acontecimiento en la exigua oferta de cine europeo de los últimos años. Suficientes motivos para elegirla cuando el bolsillo y el valor de la entrada de cine marca el amperímetro de los gustos.