Ben Affleck es el protagonista de esta curiosa película de acción y suspenso en la que interpreta a un contador con Síndrome de Asperger (una forma muy funcional del autismo) quien, además de lavar dinero para mafiosos, puede convertirse en un perfecto asesino. Anna Kendrick, John Lithgow y J.K. Simmons lo acompañan en el elenco.
EL CONTADOR no parece, en principio, el título más excitante del mundo para una película de acción y suspenso. Pero de algún modo funciona porque el gancho de la película es exactamente ese: ¿quién supondría que un perfeccionista contador podría transformarse en un letal asesino si no lo dejan terminar una cálculo impositivo o encontrar una deuda en unos libros contables? Solo en Hollywood, amigos. Lo curioso de todo esto es que, pese a la cantidad de situaciones imposibles que se acumulan en esta película, el asunto funciona bastante bien la mayor parte del tiempo. Hasta que, claro, no puede sostener la media docena de subtramas narrativas paralelas que maneja y no queda otra que resolver todo con unos clásicos tiroteos y una supuestamente sorpresiva pero muy previsible vuelta de tuerca al final.
El filme de Gavin O’Connor cuenta varias historias a la vez, demasiadas. Tantas, en realidad, que mientras la miraba pensaba que la única forma de hacerle justicia a un guión tan denso en personajes y subtramas sería una miniserie o, directamente, una serie de varias temporadas. Es que hay personajes, posibilidades y caminos narrativos a tomar que tranquilamente podrían explorarse a lo largo del tiempo y no apretarse de forma un tanto pasada de rosca en dos horas de película.
EL CONTADOR es la historia de un hombre que se hace llamar Christian Wolff (Ben Affleck) y que sufre un tipo de Síndrome de Asperger –una variable muy funcional del autismo– que le ha servido para volverse un extraordinario profesional en lo suyo, por la obsesividad mecánica que le pone a cada tarea y su capacidad de concentración absoluta. Si a eso se le suma que su padre, un militar retirado, consideró que la mejor forma de tratar la capacidad diferente de su hijo fue a través de un entrenamiento de artes marciales de combate (en lugar de los tratamientos más “progresistas” que proponía su mujer, que lo terminó dejando), veremos que Wolff es además una especie de arma letal: disparando, matando gente sin titubear, el hombre pone ese mismo foco y esa misma dificultad para “conectar” con los otros en acción. El problema es que sus talentos son utilizados por lo general por mafiosos internacionales para lavar dinero.
Su aparición siempre un tanto oculto en varias fotos junto a peligrosos criminales lleva a las autoridades (J.K. Simmons) a preguntarse quién es ese hombre gris bien vestido y con un portafolios, pero no es fácil encontrarlo ya que el tal Christian cubre muy bien todos sus pasos y movimientos. Y mientras ellos lo buscan, Wolff toma un trabajo aparentemente limpio y legal que le encomienda la misteriosa voz con acentro británico que le funciona como gestora: encontrar una fuga de capitales extraña en las cuentas de una compañía que se dedica a la biogenética.
Allí descubre varias cosas: que el trabajo tan limpio no era, que hay una contadora en la empresa (Anna Kendrick) que le hace perder un poco su obsesiva concentración e intentar “conectar” con ella y que a ambos los buscan para matarlos un grupo cuyo jefe operativo es un duro y violento sujeto (Joe Bernthal) cuyo jefe, razones y motivos desconocemos. O, si las conocemos, son tan confusas como difíciles de entender.
Para que todas estas cosas se unan hacen falta un montón de diálogos de exposición y explicación, tratando que el espectador no se pierda en esta maraña de mafiosos, investigadores, traumas de distintas etapas del pasado, obsesiones peculiares del protagonista y así. En cierto modo uno podría considerar a EL CONTADOR como una especie de “historia de orígenes” de algún tipo de superhéroe del mundo real, uno que combina al Jason Bourne de Matt Damon –el gran amigo de Affleck– con el protagonista de UNA MENTE BRILLANTE o el propio RAIN MAN. Para Affleck es un rol perfecto, ya que es un actor que habitualmente proyecta muy poco con su mirada, lo cual funciona muy bien para un personaje que no puede ni mirar ni conectar con los otros y que se dedica, obsesivamente, a seguir con sus rutinas tratando de que nunca nadie las interrumpa ya que cuando eso sucede se transforma en algo parecido a Batman pero con una casa rodante en lugar de una “baticueva”.
El director de WARRIOR se maneja muy bien en las secas y expeditivas escenas de acción y logra que, aún siendo conscientes de la cantidad de improbabilidades que se acumulan en la trama, sigamos interesados en la saga de Wolff, más que nada porque es un personaje poco común para este tipo de historias. Si bien hay en Hollywood una larga tradición de hombres silenciosos, antisociales, rutinarios y lacónicos que liquidan enemigos con brutalidad y precisión (la escuela samurai del hitman) ninguno de ellos tiene idea de cómo llevar organizados libros contables.
Lo que es una lástima es que tanta trama y tantos actores se apresuren y/o desperdicien en escenas expositivas menores que solo sirven para que el espectador no se pierda del todo. Talentosos intérpretes como John Lithgow y Jeffrey Tambor –además de Simmons y la propia Kendrick– pasan por la película sin dejar demasiada huella ya que la mecánica narrativa obliga a que haya poco tiempo para profundizar sobre nada que no sea el curioso personaje principal. Con esa media docena de subtramas paralelas apuesto a que hay una miniserie mucho mejor que esta aceptable, por momentos intrigante pero no del todo lograda película.