Marcando el rumbo
Siguiendo la línea del absurdo, El dedo (2010) presenta una sátira política audaz como muy pocas veces se vio en el cine nacional. Fabián Vena, Gabriel Goity, Rolly Serrano y Mariana Briski son algunos de los protagonistas de esta genial película acerca de un dedo que guía a los habitantes de un pequeño pueblo cordobés.
El regreso de la democracia en 1983 trae nuevas elecciones por primera vez en el reducido pueblo de Cerro Colorado que acaba de alcanzar la denominación de comuna al llegar a los 501 habitantes. Entre los candidatos se encuentra un corrupto Juez de Paz (Gabriel Goity) y el idealista y popular Baldomero (Martín Seefeld), hermano del almacenero interpretado por Fabián Vena. Al morir Baldomero en un duelo, su dedo es cortado y guardado en un frasco desde donde señalará los caminos a seguir.
La nueva película de Sergio Teubal –primer largometraje, contaba con el corto A papá (2009) y el corto documental La música del Delta (2005)- es una comedia contada desde el absurdo, con un humor ingenioso que permite un acercamiento a la idiosincrasia de un pueblo como metáfora universal del comportamiento nacional.
Múltiples son las referencias al peronismo (la idea de necesitar un líder para ser guiados es la más latente) y a una cultura criolla, muy pocas veces representada en el cine nacional. No es que el cine nacional no haya hablado de política, pero lo ha hecho esporádicamente y no desde un lenguaje popular como lo es la comedia clásica. Uno de los casos que pueden llegar a compararse es El negoción (1959), dirigida por Simón Feldman, y no hay muchos más.
Hace unos años se decía que el cine nacional necesitaba películas que hablen de los argentinos, de sus costumbres, sus mañas y tópicos. Sergio Teubal toma el cuento de Alberto Assadourian, adaptado cinematográficamente por Carina Catelli, y logra impostarle un realismo mágico suficiente para marcar la necesidad de un pueblo –como metáfora de país- de creer en algo para darle curso a sus necesidades.
Recordamos que la película fue rodada a mediados del año 2010, donde la situación política de la Argentina era muy diferente a la actual y todas las alusiones simbólicas que podemos encontrarle hoy en día al filme no podían haber sido pensadas antes (no existía aún el pulpo paúl, no había muerto Néstor Kirchner, etc.). Sin embargo, es la universalidad de lo narrado lo que permite las múltiples interpretaciones y hacen muy eficaz y funcional al relato.
En un año electoral, como adelanta el afiche, la película El dedo nos recuerda que a falta de cuerpo completo, siempre queda algo de alguien (en este caso el dedo) marcando el camino de un pueblo con un proyecto político nacional y popular. Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.