ME GUSTA
Anoche recordaba escenas de El Dedo y me reí hasta quedarme dormido.
Usualmente espero un día para escribir porque la primera impresión se tiene que asentar. Cuando desaparece la narcosis dialogo mejor con la película.
Pasó un día y me sigo riendo. Este comentario no puede ser coherente; El Dedo es la mejor bizarreada que dio el cine argentino en toda su historia. Si yo fuera Sergio Teubal explotaría de ansiedad porque no se puede superar algo tan copado.
La cosa va más o menos así: estamos en un pueblito de Córdoba. Es 1983, el mismo año en el que yo nací. Como volvió la democracia a la Argentina, el Puma Goity quiere ser intendente.
Detesto cualquier reflexión política pero El Dedo hace su intertextualidad con total despreocupación. Logra el milagro: una bajada de línea vacía, o en realidad una bajada de línea vaciada y rellena sólo con diversión. Relato amoral, desprejuiciado, caótico, inteligente, pastichoso y entretenido, que pone en un estante el tema de la dictadura como para que la jubilada mueva la cabecita y sea profunda.
No puedo creer que una película situada en un pueblo desolado esté superpoblada de personajes, situaciones y recursos plásticos. Jamás un clima siestero. El Dedo arranca, se lleva puesta un par de verjas y se pierde echando polvo. El aturdimiento es agradable y duradero, por eso me sentiría idiota meditando esta película.
Si el spaghetti western parodia a los westerns, Sergio Teubal parodia al spaghetti western. Estas parodias al cuadrado que puso de moda la postmodernidad acá ni importan; el ensamblaje narrativo con el género es logradísimo. Sería abominable imaginar otra musicalización u otros encuadres para esta historia. Las ganas de usar el spaguetti western es obscena; no vuela ni una mosca de sutileza.
Otra cosa increíble: la habilidad de Carina Catelli para que el guión luzca preciso habiéndolo escrito bajo una intoxicación de insolencia.
¡Y el arte! Estuvo a cargo un pibe que se llama Christian Legare. No entiendo; la dirección de arte sólo sale bien si lo hace una chica.
Mucho menos puedo creer que Sergio Teubal agarre multitud de personajes y les dé gracia a todos. Este tipo es un coreógrafo extraterrestre, un demente que utiliza lógica matemática para darle la misma presencia y el mismo volumen a cada actor.
Y encima trabaja Patricia Rojo, una actriz que dirigí en un corto de primer año que salió espantoso. Menciono esto porque hay una anécdota: el casting no nos daba resultado. Estábamos yéndonos y de pronto aparece Patricia Rojo preguntando si aún había tiempo. Me quedé estupidizado. Casi me arrodillo pidiéndole que acepte el papel. Bueno, si alguien quiere tener una prueba de su carisma, vea urgente El Dedo.
Patricia Rojo interpreta a Jacinta.