Javier Torre cuenta con rigor la historia de un perdedor
Julio, en torno del cual gira la historia del film, tiene 35 años, un trabajo oficinesco que desprecia, una esposa sumisa y acostumbrada a las humillaciones de su marido y un pequeño hijo que casi todo el día está jugando en la calle o amparándose en su abuela, quien comparte la casa humilde que habita esa familia. Este hombre gris tiene como única diversión las carreras de caballos y los juegos de dados y de cartas, pero el azar siempre le es esquivo. Su mujer, perteneciente a una clase social más alta, lo padece. Un buen día conoce a otro hombre, apuesto, con una apreciable fortuna, con quien comenzará un apasionado romance. Ella, por fin, cree haber hallado la completa felicidad. Pero su destino cambia por completo.
Javier Torre y Rodolfo Mórtola, de acuerdo con una novela de Leopoldo Torre Nilsson (padre del cineasta), lograron un guión en el que la angustia de sus personajes asoma en cada escena, en cada detalle y en cada frase. Del grupo sobresale ese Julio desesperado y abandonado, cuyo mundo se derrumba definitivamente La dramática anécdota, sin duda presente en la novela original, tuvo en la dirección de Torre a alguien que supo recorrer con enorme convicción las andanzas de ese hombre que espera, vanamente, que el azar le brinde alguna vez una oportunidad.
La dirección de arte tuvo en Catalina Motto a una sagaz vislumbradora de la época, principios de la década del 50, en que transcurre la acción, en tanto que el elenco, del que sobresale el para nada fácil trabajo de Adrián Navarro, estuvo acertadamente apoyado por Romina Gaetani, Mónica Galán y Norma Argentina.