Vampiros argentinos (y a mucha honra)
Bosque, mar, casona, noche, invierno, viento, fuego. Chicas misteriosas. Primas que se atraen. Mujeres en problemas. Sueños premonitorios. Pesadillas. Hombres rudos. Padres preocupados. Vecinos alarmados. Armas. Médicos. Animales que se mueren. Leucemia. Virus. Rabia. Y, sí, vampirismo...
Sobre esos elementos genéricos Martín Desalvo (codirector de Las mantenidas sin sueño) construye un film de terror “universal” con tinte “local”. Las referencias son múltiples, pero no importa demasiado enumerarlas. Por fin, el cine argentino hace una película “de climas”, “de atmósferas” en la que no todo es obvio, en la que la información se va dosificando con criterio, en la que cada plano es inquietante y perturbador.
Dos buenas actrices (Mora Recalde y Romina Paula), dos solventes secundarios (Luciano Suardi y Pablo Caramelo), unas locaciones y exteriores bien aprovechadas, un impecable equipo técnico y un director (anoten el apellido Desalvo) que sabe cómo filmar una historia que tiene más de psicológica y onírica que de horror sangriento se suman para redondear una pequeña y muy agradable sorpresa que alcanza su merecido estreno comercial en una decena de salas luego de un amplio recorrido por el circuito festivalero.