(Crítica escrita en la edición de BAFICI en que se estrenó el film)
Por más que hayan existido exponentes aleatorios y si nos permitimos dejar afuera el panorama más industrial, el cine argentino no ha tenido obras que sean marcadamente ‘de género’ en los últimos 15 años. El Nuevo Cine Argentino, como dirían algunos, o la forma más renovada del mismo si tomamos el período 2008-2013, se preocupó por forjar -en mayor o menor medida- su propio Género (vamos con mayúscula). Siempre hay excepciones, pero el cúmulo de films salido de este proceso maneja un grado de universalidad identificable más allá de la Argentina en lo que respecta al desarrollo de historias y a ciertos (destellos de) códigos de género. Lo que sorprende es que el territorio y la idiosincrasia de los personajes no son otra cosa que nuestros, entonces al final del día siempre salen de acá y están hablándonos de acá. Quiero decir, que aunque sean entendibles en todas partes, conectan en un sentido más profundo con el público argentino. Y eso está bien.
También está bien que lo que se llamo NCA y sus derivados hayan podido consolidar un gran Género y que el espectador que hace 15 años que va a un festival como el BAFICI sepa qué esperar de casi todas las películas nacionales: Tiempos muertos, silencios misteriosos, diálogos y actuaciones neutras, un ritmo en general lento. Estamos entrenados para esto, si nos gusta lo recibimos con los brazos abiertos y a la vez celebramos todo aquello que se despegue con éxito de la fórmula. ¿Lo invento el NCA? No, pero sea lo que sea nos lo hemos apropiado y hubo ciertos horizontes que dejamos de divisar.
“El día trajo la oscuridad” es una película importante, antes que cualquier otra cosa, porque abre uno de esos horizontes. Vuelve a darle lugar al género, no a cualquiera -cine de Terror- y lo hace trayendo, de inmediato, códigos que indudablemente pertenecen al Terror y por lo tanto corresponden a otro lugar. En una enorme casa en el bosque, Virginia espera que su padre regrese de ver cómo está una de sus primas, y se le aparece Anabel, su otra prima, desmayada y descompuesta. Hay una suerte de epidemia, animales destrozados por algo que va más allá de lo animal y lo humano; hay una vieja en un almacén que tiene pinta de bruja; hay mucha oscuridad. La película de Desalvo no oculta su procedencia de género ni la dirección que va a tomar. Además, el diseño de sonido es exquisito: los golpes retumban en nuestros pies y la música nos envuelve los oídos. “Parece una de afuera”, podríamos decir.
Pero en toda esta operación, tampoco olvida que es parte de aquel Género. Entonces, es como si todas las obsesiones y recursos consolidados en 15 años se juntaran con un género clásico y derivaran en otra cosa. Esta síntesis es la que descoloca. Hay una extraña paz y quietud en medio de un contexto estrangulador que pone a la película en un lugar único. Si nos vamos a topar con el Terror, y todos sus elementos, también queremos los momentos de exaltación, los gritos, la locura que define al género. Y eso no está acá. Nos toca la misma lentitud, los diálogos monocordes, el incesto (párrafo aparte para la sensualidad de Romina Paula –una vez más- y Mora Recalde). Y no lo escribo como diciendo ‘otra vez sopa’. “El día trajo la oscuridad” es una sopa que todavía no probamos.