Miradas en la noche
La meticulosidad y el rigor tanto a la hora de pensar los mejores diálogos o silencios para decir o sugerir sin grandilocuencia como en la progresiva construcción de climas enrarecidos, con el protagonismo absorbente de la oscuridad y de la noche son los puntales que trazan las marcas distintivas de El día trajo la oscuridad.
La apuesta del director Martín Desalvo al cine de género dice presente, al menos desde la temática que puede vincularse con una relectura interesante del vampirismo aplicada a la actualidad y a la dinámica de un pueblo circunscripto por sus bosques, por sus escuetas salidas de emergencias o fuga y sobre todo por ese hermetismo que arrastra secretos, pero que se escabulle furtivo cuando todos parecen anestesiados o sumidos en lo profundo del sueño.
El tono minimalista en la puesta en escena sumado a la decisión de que las palabras tengan un verdadero sentido connotativo eleva la propuesta de Desalvo y equipo a otros niveles, que superan por mérito propio a otros títulos nacionales también en sintonía con el fantástico terrorífico.
Romina Paula compone un personaje de una extraña y fascinante belleza revestida de salvaje ambigüedad pero que a la vez transmite la fragilidad de quien se sabe y conoce maldito; o que convive silenciosamente con el monstruo interior al que debe saciar para sobrevivir antes que ese monstruo se escape del cuerpo.
El contagio o la enfermedad como una arista subyacente y sin desarrollar pero que busca explicación a partir de una serie de acontecimientos anómalos en un círculo muy pequeño de personajes aporta otro elemento dramático a una trama rica en atmósferas y tensiones irresueltas entre el instinto y el deseo, cuando está en juego el cuerpo y las apariencias lucen sus mejores colmillos para reflejarse en los alaridos de la noche y refugiarse así en el silencio de las sombras.