Esta es una película fantástica argentina, lo que ya es todo un logro en un país donde se le animan poco al género. Más allá de hallazgos del elenco (Marilú Marini, por ejemplo), la película aprovecha la poética provinciana y de pueblo chico para crear un mundo al mismo tiempo grotesco y perturbador. Aquí hay una maldición a punto de cumplirse y sangre a punto de correr, pero regada con absoluto criterio cinematográfico. Tan cerca de George A. Romero como de Esperando la carroza.