Pequeñas grandes historias
Detrás de un paredón derruido y de una puerta nada llamativa quedaron los restos de una catedral gótica que todavía conserva sus vitraux religiosos. El nivel del altar es utilizado como escenario para una banda de jazz y donde antes estaba la sacristía funciona ahora la cocina de Cenáculo, un curioso restaurante. Atendido por Benito e Iris, propietarios del lugar, una sola mesa será el centro de cuatro historias.
Quienes se sienten frente a esa mesa definirán algo importante en sus vidas. Desde una familia dispuesta a la traición y a la avaricia hasta esa pareja que el tiempo no pudo hacer olvidar su antiguo amor hasta desembocar en un trío de mujeres que necesitan del amor y de la comprensión con todo el deseo de sus pobres corazones. Mientras tanto, Benito e Iris (dos excelentes trabajos de Pepe Cibrián y Graciela Borges), además de atender a sus ocasionales clientes desmadejarán un secreto que los une, los separa y los reúne.
El director Marcos Carnevale, quien ya había dado sobradas muestras de su talento para insertarse en el alma de sus personajes (Elsa & Fred, Corazón de león, Viudas), logró aquí realizar un film coral que habla de lo más íntimo del ser humano. Aquí están, con la emotividad requerida para cada una de estas pequeñas-grandes historias, Alfredo Casero, Leticia Brédice, Luis Machín, Favio Posca, Carola Reyna, María Socas, Julieta Díaz, Oscar Martínez, Mauricio Dayub, Javier de Nevares y, sobre todo, Norma Aleandro, Ana María Picchio y Marilina Ross, quienes ponen cálido punto final a este collar de historias que hacen blanco en los corazones más sensibles.
El realizador supo, además de conjugar su manejo de estos personajes, contar con una fotografía de gran calidad técnica, con una música de sensibles tonos y con un montaje que nunca permite perderse en ese camino donde todos los errores, las diferencias y los sentimientos dicen presente en un film que, sin duda, será degustado como un sorbo de vino que a veces agrada y otras entumece los sentidos.