Marcos Carnevale es una de las figuras más destacadas de la televisión (donde cuenta con una extensa carrera) y el cine argentino. Sus trabajos siempre tocan las fibras más sensibles de nuestra mente y de nuestro corazón; un hombre que sabe cómo plasmar sentimientos en una pantalla. Amor, compasión, ira, resentimiento, indiferencia… Por nombrar algunos. Pero todos ellos juntos están presentes en su última obra. El espejo de los otros es, ante todo, la historia de Benito (Pepe Cibrian) e Iris (Graciela Borges), dos hermanos dueños de un restaurante situado en algún lugar de Buenos Aires, con estructura de catedral gótica, pero ubicado tras una insípida pared de barrio teñida por grafitis.
El sitio es conocido como “Cenáculo”; allí se suceden todo tipo de situaciones, involucrando no solamente a sus protagonistas, sino también a quienes pueden vigilar desde afuera. Cada noche habrá una última cena y los comensales tendrán la oportunidad para redimirse de aquello que los aqueja. En la única mesa que existe se sentarán diversos y peculiares personajes, representados por una selección de actores que no tiene desperdicio: Norma Aleandro, Leticia Brédice, Alfredo Casero, Mauricio Dayub, Julieta Díaz, Luis Machín, Oscar Martínez, Ana María Picchio, Favio Posca, Carola Reyna, Marilina Ross y María Socas. Un desfile de pecados al ritmo de música en vivo, platos gourmet y los mejores vinos.
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Cada relato se centra en alguna cuestión ya casi de vida o muerte, donde prácticamente es muy tarde para el arrepentimiento. El chef del restaurante (Javier de Nevares) es quien funciona como balanza en ese ir y venir de prejuicios, en especial opinando sobre el aparente odio mutuo que se tienen su madre y su tío.
Todas las historias tienen un vuelco muy interesante en un acertado guión con diálogos plagados de referencias, frases reflexivas, un poco de humor ácido, verborragia violenta y finales sorpresivos. Las actuaciones están muy bien, obviamente algunas más destacadas que otras. Ese escenario que hace de las veces de purgatorio es una idea muy original, visualmente atractivo, en especial el baño. Sí, este sitio lo vemos más de una vez y tiene un aspecto moderno, pero conserva el bautisterio como lavamanos. De la misma manera, lo que solía ser un altar es ahora el “spot” de la banda de turno o del piano de cola. Y lo que antes funcionaba como sacristía es nada más y nada menos que la cocina. Como pueden ver, todo tiene un sabor más que especial, gracias a los acertados condimentos que fueron utilizados para sazonar este film.
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Borges escribió en uno de sus poemas: “Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro paredes de la alcoba hay un espejo, ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo que arma en el alba un sigiloso teatro”.
El director nos invita a reflexionar sobre lo que somos, lo que aparentamos, lo que creemos que los demás piensan de nosotros… Lo que observamos con más temor en el reflejo estático de un espejo lleno de intrascendencias. Igual que los apóstoles que se sentaron a cenar junto a Cristo, sólo que a ellos sí les contaron lo que lo que iba a pasar, tal y como está escrito. Por eso no es bueno mentirnos, envenenando nuestra alma y las almas ajenas, porque nosotros, simples mortales, nunca sabemos cuándo comeremos nuestra última comida, aunque eso no necesariamente signifique dar el salto al más allá.