La premisa inicial del nuevo film de Marcos Carnevale era atractiva por presentar una clara diferencia respecto al cine argentino que está ocupando las carteleras. La aparición de una película distinta suele refrescar pero también funciona para entender mejor la lógica de las otras propuestas. En este caso, la última cinta del director de Corazón de León parece estar a años de la mayoría de los estrenos de la década, independientemente de si estos sean buenos o regulares. Puntualmente parece estar a 30 años de distancia de estos.
La estructura es episódica y versa alrededor de un restaurante que funciona en una antigua catedral gótica. En este lugar cada noche se desarrolla una cena tan exclusiva como las personalidades que por ahí desfilan (y como el recorte que propone la película).
El problema no es ni la propuesta ni la apuesta. Lo que resulta difícil de pasar como espectadores es la mecanización a la que llega el director en la puesta en escena que conforma la obra. Es la repetición vaciada de sentido de los encuadres y tamaños de plano. Es el manejo de los aspectos simbólicos que está tan subrayado que cae constantemente en lo alegórico sin detenerse ni un momento en la metáfora como posibilidad.
El Espejo de los Otros tiene una sola lectura posible y está dicha a los gritos.
Si tomamos los episodios por separado tal vez alguno resulte funcional, sin embargo, los mecanismos que se usan para desarrollar cada uno de los relatos es el mismo y esto hace que destacar una actuación, una química entre parejas o un argumento de entre todos sea algo tan azaroso como anecdótico. Lo que sí vale la pena destacar es que los momentos (ya no relatos enteros) en donde se juega con el exceso como posibilidad o donde la misma estructura del film parece agrietarse serán los más recordados. Esta característica radica, en mi opinión, en que esos momentos son en los cuales parece licuarse la ya conocida preferencia de Carnevale hacia dejar un mensaje positivo en el espectador. Resulta claro que no todos los formatos soportan el happy end.
Lamentablemente, por la irregularidad de su realización, El Espejo de los Otros, termina funcionando mejor como ensayo o experiencia actoral.