Sin cena, sin hambre
El espejo de los otros (2015), dirigida por Marcos Carnevale, es una comedia dramática con impulsos de convertirse en un melodrama oscuro y lleno de humor negro. Compuesto de pequeños relatos, donde van pasando personajes de los más desbocados, desesperados, exagerados, grotescos y sensibles, termina por ser una gran idea con un espacio espectacular, que poco a poco se plaga de somnolencia al punto de aburrir, sin aprovechar los elementos de que goza.
En los restos de una ruina gótica que dibuja a una perdida y olvidada Catedral en el mismísimo barrio porteño de San Telmo, hoy se sitúa un restaurante atendido por dos misteriosos hermanos interpretados por Graciela Borges y Pepe Cibrián. Un restaurante sin techo y lleno de majestuosos vitrales llamado “Cenáculo” que consta de una sola mesa y que funciona al anochecer. Aquí irán llegando comensales extraños, parejas sobre todo, que poco a poco sacan su furia e historias ocultas.
La película no deja de ser atractiva en un comienzo, pues el lugar y la música abren la atención en el restaurante con la comida mostrada al detalle. La primera historia parece ser un buen síntoma, pero todo poco a poco se va desinflando. Si bien es un gran elenco, hay actuaciones desiguales, diálogos que empujan hacia lugares y discusiones sin mayor trascendencia, más preocupados por un tema moral que por la ficción. Todo termina siendo muy plástico, superficial y nada novedoso, que apela a lo teatral dado que pierde su perfil cinematográfico. Un espacio tan impresionante es poco utilizado y dejado de lado dando la impresión de que las historias podrían haber ocurrido en algún bar o restaurant porteño y el resultado incluso pudo ser mucho más enriquecedor y divertido. Esa idea inicial de última cena en el gran teatro de la vida oscura y siniestra y de penitencia religiosa, como en un texto de Calderón de la Barca, jamás aparece.
Lo mejor son Graciela Borges y Pepe Cibrián, pero juntos no logran resguardar al resto. También puede nombrarse a Favio Posca y Luis Machín pero el tremendo elenco no es llevado a puntos interesantes. Por ejemplo las actuaciones del staff de la cocina, están hechas con tan poco interés y desgano, al igual que los papeles femeninos, todos encasillados y forzados a ser protagonistas de manera histérica e innecesaria. Junto a sus ganas de ser moralmente correcta y dejar ese famoso mensaje positivo, es que a Carnevale le queda mejor Corazón de León (2013) gracias a Guillermo Francella. Se puede notar la escritura de un guion feminista queriendo enaltecer algo que no tiene relación al argumento de la película o a lo que intenta ser, pues el perfil estético y dramático va en otra dirección.
Y frente a un material tan rico y actores muy buenos, se termina siendo tradicional y utilizando un montaje pretencioso. Salvo claro, el gran epilogo en el que los dos hermanos nos intentan mostrar aquello que la película nunca llega a ser.