Marcos Carnevale es un director interesante por motivos quizás opuestos a los que se considera “interesante” en el mundo del cine de arte. Filma de manera lo más efectiva posible historias que pueden presentar empatía inmediata con cualquier espectador, y lo hace bien, más allá de cierta rémora de la televisión que se le nota al encuadrar y montar. El espejo... tiene las ventajas y las desventajas de cualquier film coral: algunos momentos son mejores que otros, algunos intérpretes comprenden mejor que otros de qué va el asunto, este restaurante de una sola mesa donde diferentes comensales ponen en el plato deseos, frustraciones y problemas. El elenco es multitudinario (de Norma Aleandro a Graciela Borges; de Oscar Martínez a Alfredo Casero) y eso habla también de la multiplicidad de tonos (a veces, de su disparidad). El mayor acierto es dejar jugar a los actores y registrar lo que mejor saben hacer; el mayor defecto, buscar una moraleja en alguno casos demasiado subrayada. Un verdadero catálogo del cine industrial argentino de hoy.