La mesa está servida.
La última película del director Marcos Carnevale es una interesante propuesta en el medio de una cartelera argentina colmada por películas que prometen mucho más de lo que cumplen, ayudadas claro por una máquina marketinera desbordante. No es el caso de El Espejo de los Otros, lo que se promete en los distintos trailers que se han podido ver, se cumple. Hablamos de un gran director, quien cuida y maneja de manera formidable los elencos con los que trabaja y cada historia contada, así va de lujo en lujo en lo que a calidad actoral se refiere.
Siendo una película coral, sería engorroso citar todos los nombres que la componen, cabe mencionar que tanto la línea argumental como sus intérpretes dejan saciado nuestra hambre de relatos bien narrados, y al encenderse las luces de la sala nos levantamos satisfechos de un buen plato cinematográfico. Y de esto se trata porque cada noche en el Cenáculo -un símil catedral abandonada escondida en algún punto de la ciudad- se lleva a cabo una única y última cena: nadie nunca repite una cena en tan exótico lugar (bueno, tal vez alguna que otra excepción develada en el devenir de la trama).
Tal exclusivo restaurante está a cargo de dos particulares hermanos, interpretados por Pepito Cibrián (nada mal en su debut cinematográfico) y Graciela Borges, quien domina cada escena donde participa. No será lo único que tengan en común en una batalla de egos, que los encontrará -tal vez- siendo partícipes ellos mismos de una última cena.
Cada noche nos invita a una nueva historia: una familia liderada por la ambición, mujeres indecisas en cuanto a su personalidad, historias de amor que fueron, otras que podrían haber sido, etc. Estamos ante la constante fascinación por mirarse y reconocerse en los otros, y ante la pasión dominando para bien y para mal cada decisión. A fin de cuenta, cuando nos dejamos llevar por la pasión siempre terminamos perdiendo un poco de poder, sobre nosotros y sobre aquello o aquellos que nos apasionan. Y el espejo como protagonista tácito; tal vez como decía Borges sobre aquel objeto, solo sirva para repetir lo intrascendente. Sin embargo es en ese reflejo donde podemos reconocer las miserias y virtudes de uno proyectadas en los otros, será cuestión de quien quiera y se anime a mirar en este espejo.