Martín Farina retrata los cuerpos masculinos del carnaval
El film del director de “Mujer Nómade” se apropia de las imágenes de los cuerpos masculinos y las reinventa en esta sinfonía homoerótica filmada en Gualeguaychú.
Cuando Marcos Berger filmó el documental Gualeguaychú, el país del carnaval (2021) fue su colaborador de la época de Fulboy (2014) quien co-escribió el guion y se encargó de la realización. Con esas imágenes, la co-producción del propio Berger y un trabajo exquisito de montaje y musicalización, Martin Farina realiza desde su punto de vista una suerte de película hermana de aquel film, con un sentido diferente en varios aspectos.
El Fulgor (2021) participa de la competencia Vanguardia y Género del 23º BAFICI y tiene todos los condimentos para hacerlo. Rompe la narración clásica para adueñarse de un sentido experimental propio de Walter Ruttmann (Berlín, sinfonía de una ciudad, 1927) o Diga Vertov (El hombre de la cámara, 1929). Como en esos realizadores, el formato del cine mudo sobrevuela un montaje que contrapone al hombre con la máquina (la bestia en este caso o el hombre en estado primitivo) y una música que genera un contrapunto orquestal magnífico.
Farina recorre los cuerpos de los gauchos haciendo su tarea rutinaria con los animales del campo. El ritual de la purificación de la carne se traslada a sus propios cuerpos, transformados por la cámara en objeto de consumo. El carnaval es el otro ritual donde la “carne” de los torsos semidesnudos desfilan -y destilan- pasiones y deseos por la pasarela.
Por momentos accedemos a una verdadera película de horror, con el carneo de los animales en primer plano, que el montaje debe virar al blanco y negro para quitar la impresión del rojo sangre. Mientras que en otras secuencias, estamos ante una lógica surrealista que articula imágenes de gran extrañeza de manera aleatoria. Un recurso ya utilizado por el director en El lugar de la desaparición (2018), por mencionar un caso.
Hay una búsqueda constante de la cámara por captar aquel punto de vista no convencional. Una mirada que disecciona cuerpos y objetos, los fracciona y se lo apropia. El trabajo de montaje realizado por el propio Farina une los planos por semejanza figurativa o con la intención de seguir meticulosamente el ritmo sonoro de la melodía operística a cargo de Jorge Barilari y el mismo Farina. Una melodía que engrandece la fuerza sensitiva de las imágenes.
El Fulgor es cine experimental en estado puro. Pero también, una experiencia sensorial que obliga a observar con otros ojos los rituales naturalizados, mientras impacta y reflexiona sobre los cuerpos varoniles (sobre todo los de Vilmar Paiva y Franco Heiler) e invita a un viaje por los sentidos.