Todo lo que podía salir mal... salió peor
Hay que decirlo: Justin Zackham es un genio. Pero no un genio del cine sino del engaño. Luego de ver El gran casamiento -que escribió y dirigió- uno no puede entender cómo logró convencer a tantas figuras (Robert De Niro, Katherine Heigl, Diane Keaton, Amanda Seyfried, Topher Grace, Susan Sarandon y Robin Williams y siguen las firmas) para que protagonizaran semejante desastre, firme candidato a peor película del año.
Zackham no tenía grandes antecedentes: apenas un film como director Going Greek (2001), que salió sin pena ni gloria directo a video; y un guión exitoso (el del melodrama aleccionador Antes de partir). Por lo tanto, su “mérito” (el de seducir a tantos astros jóvenes, adultos y veteranos) es todavía mayor. Imagino el arrepentimiento de un De Niro, una Keaton o una Sarandon al ver el resultado final de esta ¿comedia? ambientada -claro- en el marco o como motivo de una fiesta de casamiento.
No sólo el film -inspirado en la comedia franco-suiza Mon frère se marie- es obvio, torpe, aburrido (sí, no hay un solo gag que funcione) sino que para colmo resulta bastante racista, misógino y homofóbico. Los intérpretes están todos pésimos (lo de Heigl es para poner en una clase de cómo no actuar), recitando las líneas de diálogo con piloto automático, sin convicción, sin creer jamás en lo que están diciendo y mucho menos sintiendo. Hace tiempo que no veía una comedia tan hueca, desganada, sin alma, incapaz de fluir o de resultar creíble al menos unos instantes.
Como en toda estructura coral, hay aquí varias subtramas que se van mechando (tirando) en la narración, pero ninguna de ellas resulta mínimamente divertida o provocativa (ay, las escenas “picarescas” entre el virgen Topher Grace y su no-amante latina).
Lo más triste (porque los tres tienen mucho cine sobre sus espaldas) es el “triángulo” entre Diane Keaton, ex esposa de Robert De Niro que llega para la fiesta, y ese hombre que ahora está en pareja con Susan Sarandon. Intentar explicar los “enredos” de sus tres personajes es una tarea imposible porque las reacciones de cada uno de ellos están concebidas sin la más mínima lógica, apelando al mayor de los caprichos. Y, sí, hay muchos chistes obvios sobre el Viagra...
Pero si hablamos de caprichos, peor aún es la decisión de casting de elegir al inglés Ben Barnes para encarnar a un… ¡colombiano! Y uno podría seguir enumerando los desatinos, que aquí sobran y ponen en jaque a la capacidad de asombro del espectador. En definitiva, un claro ejemplo de esos films en los que todo lo que podía salir mal, salió peor.