Mucho elenco y pocas nueces
En el cine estadounidense abundan las películas sobre reuniones familiares en casas de revista de decoración ubicadas en las afueras y que cuentan casi siempre con muelle y lago propios. Generalmente, el motivo de estos encuentros es una boda o algún otro acontecimiento importante y son la excusa para que los protagonistas solucionen sus problemas afectivos al final de la película. Algunos ejemplos de este tipo de cine al que son tan afectas las señoras de más de cincuenta son Alguien tiene que ceder, Dani, un tipo de suerte y La propuesta. Es una lástima que Justin Zachman, director de El gran casamiento, haga que los títulos anteriores parezcan joyas de la comedia al desaprovechar un reparto multiestelar en este film plagado de estereotipos, escenas soporíferas y en soluciones antojadizas y apuradas para los conflictos de los protagonistas. Don (Robert De Niro) está en pareja con Bebe (Susan Sarandon) pero antes estuvo casado con la mejor amiga de esta, Ellie (Diane Keaton) con quien tiene tres hijos: Jared (Topher Grace), Lyla (Katherine Heigl) y uno adoptivo, Alejandro, quien se casará con Missy (Amanda Seyfried). Como la ultracatólica madre biológica del novio vendrá de Colombia para asistir a la boda, el muchacho les pedirá a sus padres divorciados que finjan ser un matrimonio bien constituido mientras dure la estadía de la mujer para que apruebe el enlace de su hijo, mentira que causará problemas a Don con su actual mujer y que dará lugar a una serie de confusiones y equívocos en los que se verá envuelta el resto de la familia. La primera parte de esta remake de un film suizo llamado Mon frère se marie no es mala, ya que durante la presentación de los personajes principales y sus avatares sentimentales, las escenas son ágiles y los diálogos frescos. Es en este segmento cuando más se lucirá el triángulo De Niro – Keaton – Sarandon (esta última protagonizará el momento más sensual del año cinematográfico, al levantarse el vestido y abrir sus aún hermosas piernas para que De Niro le practique sexo oral sobre una mesa) y cuando más se notará el oficio y el timing de Heigl para la réplica justa. Este comienzo esperanzador no será más que un espejismo, ya que con la llegada de Madonna, la madre del novio y su hija Nuria (la bella Ana Ayora), lo que debió haber sido una trama de enredos graciosa y ligera, terminará siendo una sucesión de momentos aburridos e inconexos que, a fuerza de soluciones apresuradas e ilógicas, acabará en el happy end al que nos tienen acostumbrados este tipo de películas. Además de confirmar que para Hollywood sólo hay dos tipos de latinos, los católicos medievales y las bombas sexuales, sorprende el desperdicio de un elenco como este y que no se haya logrado hacer, no digo una gran película, sino aunque sea un producto a la altura de semejantes nombres. Ah, la frutilla de esta indigesta torta de casamiento es el insufrible Robin Williams repitiendo el papel de cura católico retrógrado con el que nos había torturado en ese otro bodoque llamado Licencia para casarse.