El gran casamiento
A priori, los condimentos que se sugieren desde el afiche publicitario prometen varias cosas: Comedia al estilo clásico de los ‘40 y ‘50, gran elenco, buenos gags y mejores diálogos. Es lo que promete “El gran casamiento”, a priori...
Es muy distinto lo que sucede una vez iniciada la proyección, y digo iniciada porque desde el minuto uno la situación está sospechosamente forzada. Don (Robert de Niro) y Bebe (Susan Sarandon) están en pleno coqueteo previo al sexo, mientras Ellie (Diane Keaton), la ex de Don, recién llegada de visita, se pasea por la casa en puntas de pie para no ser descubierta y pasar un momento embarazoso… Ocurre el momento embarazoso con Robert de Niro despatarrado en el piso en una de las caídas menos orgánica y peor simuladas de la historia. Ojo, ya tenemos a tres de los más grandes actores de la historia de Hollywood en el mismo encuadre, sin embargo algo parece no funcionar. Se prende una señal que avisa: "A partir de este momento todo depende del talento de los presentes"
Alejandro (Ben Barnes), hijo adoptado por Don y Ellie antes de separarse, está a punto de contraer matrimonio bajo la supervisión estricta del Padre Moinighan (Robin Williams). Al evento van a asistir todos, incluida la madre biológica (Patricia Rae), quien desde lo verbal se presenta como ultra conservadora porque es ultra católica. Digamos que se trata del personaje a temer. Lo cierto es que para satisfacer a su madre colombiana Alejandro les pide a sus padres adoptivos y separados que simulen no estarlo durante el fin de semana del casorio. Don accede insólitamente ante la atónita mirada Bebe, quién le echa en cara el asunto que en realidad originó el hijastro.
Para cuando la madre biológica se hace presente, varios personajes ya desfilaron por la pantalla, y desfilaran otros tantos. Como si el director quisiera presentarnos a todos los invitados cada uno con sus propios problemas
Lo que supondría una comedia de enredos en el marco de un casamiento mal encaminado, se transforma en un continuo aburrimiento merced a dos factores: El primero, los diálogos y situaciones extraídos de lo más básico del género, pero sin ningún trabajo que permita a los actores hacerlos propios. Como si lo que dice cada personaje estuviera casi disociado de lo corporal con lo cual, hay muchos pasajes que rayan el ridículo. El segundo factor tiene que ver con la compaginación. Jon Corn va a una velocidad menor que la que piden los gags quitándole punch a lo poco que ofrece el guión merced al primer factor.
Adicionalmente, la historia está superpoblada con personajes que aportan dudosos tanto a la comicidad como, por ejemplo, la relación del hermano de Alejandro con la hija promiscua de la madre biológica.
Por estas razones “El gran casamiento” atrasa 50 años en su realización y en su pretensión de comedia familiar clásica, y gran parte se lo debe a la dirección de Justin Zachkam, quién parece haber confiado más en el elenco en lugar de apoyarse en una buena historia bien planteada y desarrollada. Apenas si con las apariciones de Robin Williams se logra esbozar una sonrisa, pero como escasea la dirección de actores el gran actor va un paso más adelante que el resto. Demasiado reparto para poco argumento.