Cuando prima la leyenda
Hace un tiempo, el estreno de Aballay, el hombre sin miedo (2010) marcaba el retorno de los llamados films “gauchescos” o western criollos. El grito en la sangre (2014) es un proyecto anterior que por esas cosas del destino llega a las salas posteriormente. Una película impulsada por Horacio Guarany que recupera lo mejor de aquellas historias emblemáticas del cine argentino industrial. El resultado es un trabajo muy correcto que rinde honor al género.
Basada en la novela Sapucay del mismo Horacio Guarany, la película narra la historia del Calí (Abel Ayala), un joven que ve morir a su padre en extrañas circunstancias. El chico jura venganza y pasará su vida buscando al asesino. Ante algunos infortunios, su cabeza corre peligro y es apadrinado por un viejo capataz de estancia (Horacio Guarany), quien se dedica al arrendamiento de reses y lo contrata entre sus peones. El tipo desconoce su paradero hasta que la situación estalla por sí sola.
Contrario a lo que podía suponerse por los riesgos que implica transitar un género no habitual para el equipo técnico y artístico, El grito en la sangre es un muy buen trabajo, técnicamente impecable, con un manejo notable de la fotografía que destaca los paisajes campestres con loables puestas de sol, pero también retrata el interior de los personajes al expresar mediante claroscuros y contraluces, los diversos sentimientos que experimenta el protagonista.
Además del trabajo estético El grito en la sangre es un film de narrativa inteligente: recurre a sentimientos básicos como la venganza, la traición, la lealtad y el amor para construir los cimientos del relato. Los recursos formales están en función de la historia que se cuenta, y potencian la carga dramática del argumento. En este aspecto el director Fernando Musa demuestra un gran virtuosismo en la resolución de escenas, tanto en el diagrama de la puesta en escena como en la construcción de las mismas.
El otro punto que redondea una película digna en su propuesta, son las actuaciones que logran trasmitir la parquedad de los hombres de campo. Y lo hacen con un naturalismo auténtico, sin componer un estereotipo ni ser demasiado realista. Porque el film se establece como un mito, una leyenda de las tantas que circulan imaginariamente por esos espacios.
Como toda gran épica, la película que toca temas universales, transita la tragedia clásica. En este aspecto quizás sea el punto más flojo del film al tener que forzar ciertos elementos del relato para manipular el argumento en función del destino inevitable. Sin embargo, El grito en la sangre no deja de sorprender por su correcto desarrollo temático y formal, reinstalando la temática gauchesca de la mejor manera: con una sólida narración, bien contada y mejor filmada.