Western gauchesco
Horacio Guarany no “desentona” en este filme con tinte fantástico.
Confesión de parte: no le teníamos fe a una película protagonizada y escrita por Horacio Guarany, con producción de San Luis Cine, que había sido filmada seis años atrás y se estrenaba recién ahora. Por eso la vimos cargados de prejuicios. Pero El grito en la sangre sorprende: este western gauchesco con tintes fantásticos está hábilmente narrado y, además, cuenta con una bella fotografía y destacadas actuaciones, incluyendo la del Potro.
El cuento es simple y clásico: a mediados del siglo pasado, en un pueblito perdido de la Argentina, un hombre es asesinado. Su hijo debe cumplir con el ancestral mandato de vengar la muerte de su padre y parte a caballo en busca de pistas que le permitan encontrar -y matar- al asesino. Ese joven, Cali, cobra vida a partir de la creíble interpretación de Abel Ayala, cabeza de un sólido elenco en el que también figuran pesos pesado como Ulises Dumont y Carmen Vallejo, que aquí hicieron sus últimas apariciones en cine.
Y hablando de leyendas, volvamos a Guarany. Este es su cuarto trabajo cinematográfico: pasaron 40 años desde su última vez, en La vuelta de Martín Fierro, de Enrique Dawi. Pero es muy natural ante las cámaras, como si fuera un veterano actor en vez de cantor. Es inevitable hablar de su caso sin caer en el lugar común del carisma (e imposible no mencionar su increíble rostro: es extraño que nunca lo hayan convocado para hacer de Mandinga). Aquí, además, fue coguionista junto al director, Fernando Musa: la historia está basada en una de las tres novelas que escribió, Sapucay (de 1993). También presta su voz como narrador y, como si todo esto fuera poco, ya octogenario -el año próximo cumple 90- se animó a montar a caballo.
Estamos ante una tragedia rural a la que no le falta sentido del humor. Musa incluyó un par de guiños para que nos riamos todos, como cuando al pasar el personaje de Guarany, Don Chusco, menciona su afición por el canto, y, sobre todo, cuando hace un alegato en contra del excesivo consumo de alcohol. Otro protagonista es el paisaje puntano: a diferencia de tantas películas filmadas en San Luis, ésta aprovecha las bellezas de la provincia, con impactantes planos de escenarios naturales como Sierra de las Quijadas, realzados por tomas hechas en momentos clave como el amanecer y el ocaso.