El bebé de Lorenzo
Sebastián Schindel (El Patrón, radiografía de un crimen) se mete en camisa de once balas con El Hijo (2019) y sale airoso. Porque transita un género poco explorado en el cine argentino (el thriller psicológico con tintes fantásticos) y porque se sumerge en un miedo masculino post parto en tiempos feministas. El resultado es una película correcta desde la forma e inquietante desde el contenido.
Lorenzo (Joaquín Furriel) tiene un hijo con su nueva esposa (la actriz noruega Heidi Taoini). Él es un pintor obsesionado con los moluscos que su mujer bióloga estudia en el laboratorio montado en el sótano de su casa. Se siente aislado en las decisiones sobre el cuidado del niño y la sospecha acerca de un complot crece en su cabeza. Paralelamente a estos hechos vemos a Lorenzo preso y con orden de restricción para ver a su hijo. Quién lo ayuda a destrabar el conflicto legal es su amiga y abogada (Martina Gusmán) en pareja y también buscando tener un hijo con Renzo (Luciano Cáceres). El misterio sobre si Lorenzo está loco y tiene razón es el quid de la cuestión en la película.
Basada en el cuento Una madre protectora de Guillermo Martínez, la película se aleja de cualquier atisbo de costumbrismo -por suerte- del cine nacional y sigue los tópicos de género del cine americano. El relato de misterio llega a límites truculentos y casi perversos en el desarrollo psicológico del protagonista mediante una narración clásica convencional que se torna potente en el tema abordado: los miedos de un padre a ser “desplazado” en los primeros meses de vida de su hijo. Como buen cine clásico estos miedos son representados con un argumento que se codea con el terror al mejor estilo de David Cronenberg (los moluscos y la monstruosidad) o Roman Polanski (el film puede pensarse como una reescritura del El bebé de Rosemary pero a la inversa).
Lo interesante de El Hijo es que tiene riesgo, porque aunque carezca de virtuosismo visual (como en el cine de Yorgos Lanthimos por ejemplo), sabe qué mostrar y que no con precisión. Y en una película de terror psicológico con tintes fantásticos es fundamental para sostener la ambigüedad hasta los últimos minutos. Pero claro que lo más controversial es desde dónde se posiciona con respecto a la maternidad. En un momento de sensibilidad social acerca de los derechos de las mujeres vulnerados (parto respetado, femicidios) la película elige un punto de vista opuesto para hacer un “reclamo” sobre el espacio dado al hombre luego del parto. Sobre el final, con el personaje de Martina Gusmán se compensa la balanza.
El Hijo tiene la inteligencia de trabajar desde el género y sostenerse como una fantasía para representar los miedos psicológicos. En esa delgada línea entre la fantasía y la realidad Sebastián Schindel apuesta por un relato tan atípico como astuto que entrega verdaderos momentos terroríficos.