El segundo opus de ficción de Sebastián Schindel, "El hijo", es un brillante trabajo sobre las posibilidades de trabajar un guion de género en diferentes carriles. Con el estreno de Melinda y Melinda, Woody Allen proponía un juego de espejos dobles en el cual, partiendo de un mismo punto, una historia podía ser contada dese un prisma trágico o de comedia.
Sin adentrarse en las teorías de Nietzche sobre la esencia de la vida, "El hijo", el nuevo film de Sebastián Schindel también pone en ejercicio un desafío a través de los géneros, en el cual los elementos de uno pueden ser aplicados en otro para armar algo así como una nueva fórmula.
Para aclarar el panorama; por su historia y varios ítems de su desarrollo, "El hijo" podría ser perfectamente un thriller de terror con un halo de fantasía o sobrenatural. Pero el realizador de "El patrón" aborda un resultado diferente, lleva el ritmo a otro ámbito, y lo asemeja más al suspenso, con fuertes pinceladas de drama, y una especial atención a hechos realistas.
Lo que pudo ser un híbrido inter géneros sin definirse, termina siendo una película de misterio fascinante y atrapante de comienzo a fin. Desde la primera escena advertimos que la cosa será diferente. La mecánica es similar a "El patrón"; un hombre cometió un crimen, está detenido y prontamente juzgado por el mismo.
Su abogada será quien deba llevar adelante una investigación hasta lograr la verdad sobre lo que ocurrió. Juegos de flashbacks y flashforwards aceitado y constante; relato en dos tiempos diferentes. Lorenzo Roy (Joaquín Furriel) es un artista plástico, bohemio de clase media establecida, casi alta; casado recientemente con Sigrid (Heidi Toini), una científica, bióloga noruega.
El mayor deseo es poder tener un hijo con ella, ya que cuenta con algunas frustraciones pasadas; sus problemas con un alcoholismo ¿ya superado? lo alejaron de sus dos hijas que ahora residen en Canadá. Tras varios intentos, Sigrid finalmente queda embarazada. Cuando la felicidad debería ser plena, ahí comienzan los problemas. La mujer se muestra renuente a los médicos tradicionales, quiere un parto en el hogar, y rechaza la atención paso a paso con un obstetra; además de aplicarse ella misma un tratamiento.
Para cuando el bebé finalmente nazca, las cosas se complicarán aún más. Sigrid se encierra en sí misma; trae a una niñera profesional de su país realmente extraña (Regina Lamm), y aparta a Lorenzo de las decisiones sobre la crianza, como someter al niño a determinados rigores científicos.
Lorenzo irá perdiendo cada vez más el control de la situación, al punto de no reconocer en ese bebé a su hijo. Martina Gusmán y Luciano Cáceres, serán Julieta y Renato, una pareja amiga (además ella será la abogada de Lorenzo), que también busca infructuosamente tener un hijo, y la mirada externa del espectador. Son varios los paralelismos que pueden trazarse entre el armado narrativo de El patrón y El hijo.
Las sucesivas entrevistas en el presente que llevan a hechos episódicos trascendentales del pasado; la abogada como conductora; y la estructura similar a un expediente. Claramente no son films similares porque sus historias son muy diferentes, pero Schindel se las ingenia para llevarlas a un terreno propio que sigue funcionándole de maravillas.
El desafío para la platea será saber cuál es el delito que ¿cometió? Lorenzo; y si realmente él tiene razón sobre el comportamiento errático de Sigrid y la pertenencia del niño; o es todo producto de una persecución mental propia de los fantasmas del pasado; ¿Tendrán Julieta y Renato algo que ver? El guion del experimentado Leonel D’Agostino, basado en una novela de Guillermo Martínez, arroja pistas y datos de todo tipo para jugar con la percepción del espectador.
La idea es que dudemos de todo(s), y lo logra. Permanentemente invade un halo de confusión, de no tener claridad sobre lo que está ocurriendo y lo que puede ocurrir; y eso es lo que nos mantiene vibrantes durante una hora y media que fluyen rapidísimo. Schindel, que ya probó ser un eximio documentalista con muchísima sensibilidad; vuelve a probarse en la ficción y en el terreno policial como en su film predecesor.
Si bien "El hijo" no posee la vena de denuncia social de "El patrón", y es un relato de género más tradicional; sí logra meterse casi lateralmente en un debate sobre el rol del padre durante la maternidad.
Cada espectador podrá otorgarle su propia mirada al asunto, más o menos comprometida. La realidad es que "El hijo" no parecería tener mayores intenciones que las de narrar un thriller de género, y en todo caso, plantar una semilla para un debate externo. Los hilos, que perfectamente podrían haber sido los del terror básico no explícito; se abordan más dentro del drama, el suspenso, y el misterio permanente.
Esto no sólo la convierte en una propuesta diferente a lo habitual, logra que nos comprometamos más con lo que sucede. La vena sensible del realizador vuelve a despertarse a la hora de acercar esta historia al plano de lo real y posible.
Desde una fotografía de máxima precisión, una banda sonora envolvente, y un montaje ligero y dinámico; aquí el relato se presenta como una gran propuesta de valores técnicos altos. En nada se diferencia a otras películas, hasta hollywoodenses, de mayor presupuesto. En este sentido, sale a competir de igual e igual, y gana. Joaquín Furriel demuestra una vez más que es uno de los mejores actores de su generación.
Cada personaje suyo es una composición distinta; y de la mano de Schindel parece encontrar sus mejores armas. Lorenzo tiene piel de cordero, se lo nota sufrido y conflictuado; pero debajo de esa piel de cordero puede esconderse un lobo, o no. Trabaja desde los gestos, los detalles, verlo es un verdadero festín. Heidi Toini asume un desafío complicado ¿es o no una villana? La actriz noruega se complementa a la perfección con el elenco argentino. Posee anti química con Furriel, y obviamente, la gelidez natural nórdica ayuda, mucho.
Un gran hallazgo de casting. Gusmán y Cáceres son quienes menos espacio tienen para moverse, parecieran no ser personajes de mayor peso.
Sin embargo, el guion depara algunas vueltas, y los actores se las ingenian para destacarse. Ambos son las guías humanas del film. Quien merece aún más elogios, sorprende, y dan ganas de batir palmas hasta que quedan rojas, es Regina Lamm. La actriz de larga trayectoria está plena. Su personaje en otras manos no hubiese adquirido tanto peso como el que le otorga la actriz.
Lamm se descubre en algo que nunca le vimos hacer, disfruta hacerlo, y se lo transmite al espectador. Lo suyo es merecedor de cuanto premio a actriz secundaria se le cruce en su camino. "El hijo" es una propuesta desafiante, extraña, vibrante, y diferente dentro de una línea de thriller de género tradicional. La exquisita corrección en cada uno de sus rubros, y la eficaz mano del director para llevarnos hacia dónde él desea, la transforman en una de las mejores experiencias de género del año.