Una de las mejores películas nacionales de los últimos tiempos. Guión solido, actuaciones excelentes y un despliegue técnico de primer nivel, conforman este thriller psicológico que roza el terror con una resolución previsible pero acertada. Una de las joyas argentinas del año.
El cine nacional sigue incursionando dentro de los diferentes géneros y el thriller parece ser el elegido por los realizadores para hacer que la gente vuelva a confiar en las producciones locales. En esta oportunidad Sebastián Schindel vuelve a ponerse detrás de las cámaras con su protagonista fetiche Joaquín Furriel, con quién ya compartieron éxito en El Patrón: Radiografía de un Crimen (2015), donde buscarán adaptar de manera convincente la novela titulada “Una Madre Protectora” del escritor argentino Guillermo Martinez.
Esta nueva película de Schindel cuenta la historia de Lorenzo (Furriel), un bohemio pintor cuyo pasado contempla más de un escándalo, y su pareja Sigrid (Heidi Toini), una bióloga noruega que ahora reside en Argentina y que junto con Lorenzo buscan ampliar su familia con la llegada de un hijo. Una vez que esta concepción se concreta, Sigrid decide optar por un tratamiento más natural y no tan convencional, y contrata a una partera de su tierra local llamada Gudrum (Regina Lamm) para asistirla en los 9 meses de su embarazo. Lorenzo empezará a darse cuenta de que su participación en el embarazo es casi nula y no le quedará otra opción que recurrir a Julieta (Martina Gusmán) su abogada y amiga, para que juntos intenten descifrar qué es lo que su Sigrid y Gudrum le están ocultando.
Con claras influencias de El bebe de Rosemary (1986) y de la filmografía de Darren Aronofsky, Shindel logra poder generar un thriller psicológico, que roza el terror, de alta calidad. Uno de sus puntos más fuertes es el guion con el que cuenta la película, ya que el trabajo realizado por Leonel D’Agostino crea un ambiente de tensión donde la ansiedad va creciendo a medida que el filme avanza y uno puede verse reflejado perfectamente en el personaje principal. La forma en la que esta narrada esta historia puede compararse perfectamente con una película de Christopher Nolan, ya que la mitad de la película es un gran flashback y toda esa construcción del pasado logra ensamblarse de la mejor manera a la hora de llegar al clímax de la obra que se desarrolla en el presente. Quizás lo menos destacable es la obviedad que se genera y que la resolución carece de sorpresa.
La fotografía, la edición y la mezcla de sonido también juegan un papel fundamental a la hora de crear ambiente y estos son aspectos que valen la pena destacar, ya que no abundan obras nacionales donde estas características sean plenamente destacables. Aquí es donde más se pueden notar las influencias del director y éstas son fácilmente reconocibles desde el comienzo del metraje.
Las actuaciones están a la altura de la película, con dos labores como máximos exponentes. Joaquín Furriel y Regina Lamm son los encargados preponderantes de darle el salto de calidad actoral a este film. El primero, con una soberbia performance que con solo poder ver sus ojos, refleja todo el estrés emocional que su personaje enfrenta. Tal es así que esas emociones logran atravesar la pantalla e incomodar al espectador de manera inmediata. Por otro lado Regina Lamm, quien cuenta con mucho menos tiempo en pantalla, logra transformar de manera total su apariencia y es la pieza clave en la película que deja entrever que hay algo que no cuadra, que hay algo que no están diciendo y que es perjudicial para el protagonista y su salud (mental y física).
El Hijo es una gran pieza de cine argentino que puede servir como punto de inflexión para que futuros realizadores puedan animarse más al género. Aspectos técnicos de primer nivel, actuaciones sobresalientes y un guion sin grietas, son las características que hacen de ésta, una película disfrutable, emocionante e inquietante por partes iguales.