Hay dos momentos cumbres en este documental de Aldo Garay que ganó este año el premio a Mejor Largometraje en el Festival Asterisco, que obtuvo en la Berlinale 2015 el premio Teddy y se estrena hoy en Buenos Aires. Uno es un plano, que es el que elegimos para copete de esta nota, en el que Estefanía se maquilla detrás de un espejo de mano y cuyo revés refleja, aumentada, una foto pegada en un ropero, foto en blanco y negro con dos hombres vestidos de soldados. El otro momento es el de una ceremonia que se celebra en una comunidad religiosa en Nicaragüa, y que dispara la pregunta de si ¿es posible sacar con rezos el demonio del cuerpo de un trans?. Cosa que provoca algunas risas en la platea.
Ambos, traducen de manera singular, y desde lo puramente cinematográfico, el espíritu de El hombre nuevo: la vida de esta travesti cincuentona que es Estefanía discurre entre un pasado niño pobre alfabetizador sandinista en su tierra natal, una adopción que la lleva a vivir con una familia uruguaya, tupamara, y un presente de indigencia, como cuida-coches en las calles de Montevideo.
El viaje de reencuentro, despues de 28 años, con la familia biológica de “Roberto” (así vuelve y así se presenta), que incluye madre, padre ex golpeador, hermanos, vecinos, se debe a la búsqueda de ese hombre nuevo, concepto que inmediatamente remite al Che y a la propia historia de su país, pero que vuelve a instalar mediante un documental de Aldo Garay el tema de las identidades sexuales en Uruguay, y por qué no en toda Latinoamérica. Su película anterior, El casamiento, había tenido como protagonista al segundo uruguayo operado para ser biológicamente mujer.
Por eso también es interesante ese momento religioso que sumerge al espectador en una realidad de religiosidad y cultura de estos pueblos centroamericanos-latinoamericanos debatidos entre la pobreza, las políticas de Estado y las iglesias populares. Porque Estefanía se reconoce como nicaragüense pero también como uruguaya, como mujer y como pobre. Lo que sigue es algo tan sencillo como que que Roberto que ahora es Estefanía pueda serlo para las leyes.
Con una filmografía que incluye cuatro largometrajes documentales y muchos premios internacionales, Aldo Garay es uno de los nombres fuertes del cine uruguayo. Su modo de documental busca un involucramiento directo con sus criaturas y sus contextos, allí los testimonios no irrumpen, fluyen en el relato general como si asomáramos por una ventana a sus vidas en el exacto momento que quieren decir lo que dicen.