Ser lo que se quiere ser
En El hombre nuevo (2015), film premiado en la última Berlinale y el Festival Asterisco, el cineasta uruguayo Aldo Garay narra la historia de Stephanía, una travesti nacida en Nicaragua, que de niño fue adoptado por una pareja de militantes de izquierda uruguaya, en plena revolución sandinista, y que en la actualidad se gana la vida cuidando coches en Montevideo.
Aldo Garay conoce hace más de veinte años a Roberto/Stephanía, primero sandinista en Nicaragua y luego como tupamaro en Uruguay, que con el correr de los años se descubre como mujer. La historia, sigue el reencuentro de Stephanía con su país natal, donde alguna vez fue hijo, hermano y niño alfabetizador, y donde hoy desea ser aceptada como lo que es.
El director, que ha estructurado el film en dos partes, se cuida de no revelar desde un inicio quién es ella en toda su dimensión. Esto permite que el documental nunca deje de sorprender y que presente al espectador la sensación de que siempre hay una pieza del rompecabezas de Stephanía por descubrir. Se trata, a nivel narrativo, de una road movie, en la cual se acompaña a la protagonista en el descubrimiento de su pasado.
Pero la película no solo relata el regreso de Stephanía a Nicaragua y el reencuentro con su familia; sino que logra mucho más que eso. A través de un uso reflexivo del material de archivo (siempre es un personaje quien ve el material), de un conjunto de interacciones entre el personaje principal y las personas que la rodean, y de una serie de entrevistas que nunca se usan más que para enunciar aquello que por fuerza del paso del tiempo no se puede mostrar, El hombre nuevo es un retrato complejo de una mujer compleja, un ser humano que se encuentra en una constante transformación.
El hombre nuevo trasciende no solo por lo innatamente atractivo y carismático de su personaje, sino también por la manera en que esa virtud no se conforma con ser un foco de entretenimiento, sino que busca suscitar una reflexión sobre la identidad.