La premonición
El film es una suerte de biografía de Michael Douglas, que encarna a un personaje que fue exitoso en los negocios, mujeriego e infiel y padece una enfermedad. Todo parecido con la realidad, ¿es casual?
Honestidad brutal. Frase que podría resumir, claramente, el presente de Michael Douglas, uno de los actores más populares de los Estados Unidos, que hace pocos días, con una entereza y audacia ajenas a las celebridades, admitió que padece cáncer en la garganta. “Espero salir adelante, soy optimista”, dijo suelto de cuerpo cuando los médicos le aconsejaron un rápido tratamiento que incluye radioterapia.
Serán ocho semanas difíciles para un hombre exitoso y millonario, aunque curtido y acostumbrado a los golpes de la vida. En abril último su hijo Cameron fue condenado a diez años de cárcel por tráfico de drogas. Una carta de puño y letra del famoso actor dirigida al juez, imploraba clemencia: “Conozco muy bien el dilema de no saber cómo hallar la identidad propia cuando se tiene un padre famoso”, era uno de los fragmentos de la misiva. Tuvo relativos buenos resultados: la pena bajó a 5 años.
¡Qué añito Michael! No obstante, su mujer, la bella escocesa Katherine Zeta Jones sigue a su lado, más cerca que nunca, y en materia laboral, el veterano, con 65 años, sigue haciendo de las suyas, para mantenerse como una pieza de interés en una industria que desecha cuando peinan canas. El jueves se estrena “El hombre solitario” y el 23 de septiembre “Wall Street 2”, para la cual los productores piensan -rebosantes de optimismo- contar con el hijo de Kirk para las promociones.
Siguiendo con esto de honestidad brutal del comienzo, se imagina la propuesta del director Brian Koppelman pensando en “El hombre solitario”: “Mike, me interesaría llevar tu vida al cine, no de manera rotunda pero sí con rasgos identificables”.
Es que Ben Kalmen, su personaje, parece radiografiar al actor de profusa trayectoria. Kalmen es un promiscuo de vocación. No tiene frenos ni límites, ni temor al ridículo. Está separado porque engañó decenas de veces a su mujer (Susan Sarandon), tiene una hija con la que se habla poco, ya que ella no le perdona que se haya acostado con sus mejores amigas. Sale con una empresaria por interés, ya que es hija de un peso pesado de la industria automotriz (el rubro de Kalmen), pero echa todo por la borda cuando se acuesta con la hija de esa empresaria... No tiene amigos, está sin empleo por engañar y estafar, apareció esposado en tevé, las deudas lo acorralan, no se deja querer por el único que lo puede ayudar, Jimmy (en la piel de Danny DeVito), a quien le susurra: “En los momentos más altos y más bajos de la vida, estás solo. No creo en eso de la amistad, no existe”. Y tiene serios problemas de salud. Debe cuidarse aunque hace la vista gorda y elige darle rienda suelta a su máxima: “Prefiero hacer lo que me gusta hasta que mi corazón estalle”.
¿Algún parecido con la vida de Douglas? Cómo no recordar cuando en los noventa, luego de filmar “Bajos instintos” (1992), tuvo que internarse en una clínica por su desenfreno sexual. Y un par de años más tarde, otra internación, está vez para lograr un imposible: evitar el tabaco y el alcohol, dos talones de Aquiles del intérprete, que hoy está pagando caro aquellos vicios.
“El hombre solitario” agrada y entretiene, también emociona. Mérito de Douglas y del dueto que lo secunda (Sarandon-DeVito). Por momentos, la historia recuerda pasajes de “El luchador”, con Mickey Rourke, por la catarata de negativas que acosan al personaje.
Kalmen es su último gran personaje, bien creíble -y miserable-, en caída libre: “Yo era un león, pero con los años, me convertí en un tipo invisible”. Por eso cambió el chip de su cerebro: “Dejé de ser honesto, de ser fiel. ¿Por qué no?”. Mientras suena esa increíble canción “Solitary Man”, con la cadenciosa voz de Johnny Cash.