El noviazgo del cariacontecido Guido con Chiara anda mal. Frustraciones afectivas, laborales, paternales, generacionales, gente que vive en Roma y tiene cerca de 40 años y anda por ahí ni chicha ni limonada; amigos con problemas más o menos parecidos pero distintos, los padres de Guido con sus cuitas y la comida, su preparación y su circulación como tema ineludible. La comedia dramática italiana contemporánea derivada -en dosis llanas y poco ambiciosas- de la comedia eterna de la vida en una película que hace de la prolijidad un modo de expresión y de la contención actoral un programa incluso a contrapelo de lo que parece pedir parte del elenco y de la tradición peninsular.
El huésped -el título es porque Guido empieza a yirar por otras casas a partir de la crisis con Chiara- es una de esas películas medianas en todo sentido: juega a no equivocarse y pretende armarse a partir de un guion en el que se notan diversas manos profesionales que la mantienen dentro del camino del decoro pero le impiden un vuelo mayor. Hay, eso sí, destellos, casi que por tradición nacional y oficio actoral de algunos protagonistas: algunos chistes efectivos en diálogos con la velocidad que a veces se adquiere cuando se deja respirar las escenas, contradicciones humanas hechas humor y algún llanto que hasta podría generar empatía o alguna de esas emociones a las que hoy se les tiene más miedo que antes.