Da tanto placer la visión de El infiltrado del KKKlan, que se le pueden permitir los salpicones de brocha gruesa que, de tanto en tanto, pega Spike Lee sobre el racismo.
Porque qué es esta película sino una comedia, una parodia, un homenaje a cierto cine de los ’70, la blackxplotation, un thriller, una historia de amor y una manifestación vociferante contra la desigualdad y, de nuevo, el racismo.
Pero lo más increíble es que lo que cuenta está basado en hechos reales.
En los ’70, un policía negro -el primero en Colorado Springs- va ascendiendo de actividades burocráticas y administrativas hasta conseguir algo más que un ascenso. Se infiltrará, junto a otro agente -¡un judío!- en la filial local del Ku Klux Klan.
Los supremacistas blancos seguramente se enfurecerían si supieran que un afroamericano está entre sus miembros. ¿O no?
Para llevar a cabo el engaño, su colega Flip Zimmerman (Adam Driver) es su cuerpo visible en las reuniones con “la Organización”, mientras él maneja la mayoría de la investigación por teléfono, donde pasa por blanco. Imaginen lo que sucederá si Ron es designado para servir como miembro de seguridad del supremacista Duke (Topher Grace, genial) en su visita a Colorado Springs… Spike Lee aviva la memoria como si fuese el fuego que quiere mantener prendido, hablando del pasado pero como si fuese un espejo en el que la sociedad estadounidense, en términos sociales y políticos, se encuentra hoy con Trump en el poder.
Para ello está la escena en la que el mismísimo Harry Belafonte cuenta cómo lincharon a Jesse Washington, e, igualmente sutil, le dio a Alec Baldwin, quien suele parodiar a Trump en el programa de TV Saturday Night Live, el rol de un agitador de extrema derecha.
No es nuevo esto, porque Lee no se ha caracterizado por las sutilezas. El director de Haz lo correcto y Malcolm X es un extremista, en tanto y en cuanto le gusta radicalizar. Para él no hay híbridos.
El infiltrado del KKKlan no sería lo que es sin los dos actores protagónicos. John David Washington -hijo de Denzel, habitual actor de Lee- está estupendo, se come la película y tiene un carisma que prueba en cada escena en que se luce. Y Adam Driver hasta se cuida de no hacerle sombra, pero ya ha dado muestras, en Paterson, de Jim Jarmusch, por ejemplo, de que no hay género ni registro que no pueda interpretar y ser creíble y distinto en cada papel.