El inmortal está construida siguiendo el modelo de otros grandes relatos de mafiosos que se han realizado en la historia del cine: principalmente, El padrino y Buenos Muchachos. Y está bien. Si vamos a copiar a alguien, mejor que sea a Coppola y a Scorsese.
Esta película francesa sobre mafiosos se basa en el mismo principio que tenía Don Corleone: el hombre puede violar la ley, pero existen ciertos pricipios que son sagrados. La familia es el más importante, junto con la lealtad de los amigos. Claro, los amigos ya no son lo que eran antes y tratan de matarlo pegándole 22 balazos.
La fórmula, por otro lado, no falla. En el sentido de que al mejor estilo Kill Bill, Jean Reno irá matando uno por uno a sus enemigos, utilizando la marca personal que lo caracteriza: un balazo al pecho y otro a la cabeza. De este modo casi geométrico se desarrolla la película, plagada de escenas de acción muy bien construidas.
El relato lo completa la mujer policía –Marina Foïs- encargada de encontrar a los mafiosos y apresarlos (no sólo porque es su trabajo, sino porque su esposo fue asesinado por estos mismos hombres poderosos). Y ésta es una de las marcas del cine francés. Si la película fuese norteamericana, probablemente el policía sería hombre, pero los galos construyen una figura femenina fuerte, sola en un mundo de hombres, sin por ello volverla insensible. Ella es de alguna manera el doble de Reno. Uno, el inmortal, es el hombre fuera de la ley que trata de encontrar su camino de regreso. El otro, la policía, es la voz de la ley y se encuentra en la disyuntiva de violarla o no. En estos caminos inversos es donde se cruzan y empatizan.
Si hay algo que queda claro en El inmortal es que la célebre frase “no es personal, son sólo negocios” ya no aplica, y que todos se toman de manera muy, pero muy personal el hecho de que los quieran matar.