Un chico que, a los 13 años, pierde a su madre en un atentado terrorista y de allí en más debe reconstruirse.
El problema de una película que adapta un libro que no está en la memoria colectiva incluso si es un best seller es que su mito es menor que sus palabras. Y el realizador siempre se enfrenta a la disyuntiva de qué dejar y qué no.
Esta historia de un chico que, a los 13 años, pierde a su madre en un atentado terrorista y de allí en más debe reconstruirse es ocasionalmente todo lo emotiva que debe ser, pero en otros momentos da la impresión de que las secuencias se han elegido por separado, por su potencial emotivo más que por la forma de ser realizadas.
El resultado es desparejo: demasiado largo por un lado, apresurado por otro. Las actuaciones aportan mucho más que la puesta en escena (es una película sobre todo de personajes) y eso genera un equilibrio que permiten disfrutar de los momentos que lo merecen. De paso -quizás es una regla a verificar- cuanto más joven el personaje, más emotivo el resultado en pantalla.