Aburrida y golpe bajista por demás, El Jilguero es la clara muestra de como no adaptar un best seller a la gran pantalla.
John Crowley, director reconocido por su trabajo en Brooklyn (2015), es el encargado de llevar a la gran pantalla una historia que supo ser escrita por la novelista Donna Tart y que cuyo libro se consolidó como el número uno en ventas en diferentes partes del mundo y además ganó el Premio Pulitzer a Obra Literaria de Ficción en 2013. Ahora esa historia que supo conmover a millones de personas llega al cine con un elenco de lujo y con aspiraciones concretas de figurar en la temporada de premios.
Theodore Decker (Oakes Fegley) era un joven de no más de 13 años cuando en un día de paseo con su madre, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York fue bombardeado en un acto terrorista con ellos dentro, perdiendo así a su madre. Este evento repercutió permanentemente en la vida del joven y en los constantes cambios de domicilio que tuvo que tener, primero con la familia Barbour con Samantha (Nicole Kidman) a la cabeza, luego con el regreso de su padre biológico Larry (Luke Wilson) y más tarde con Hobie (Jeffrey Wright), un hombre que le ensañará un oficio para lograr dejar de lado y para siempre el evento que lo marcó tanto. Pero a lo largo de todos los años Theodore ha mantenido un secreto muy importante y es que desde el día del atentado él se quedó con un cuadro que aún no se había quemado y que jamás devolvió. Ese cuadro es El Jilguero y casi una década después del incidente, el ahora adulto Theodore (Ansel Elgort) se encontrará con problemas que nunca se hubiese imaginado.
Cuando se dice que mayoritariamente las adaptaciones de libros a la gran pantalla suelen ser fiascos, quizás una de las mayores razones es que la estructura de un formato literario a otro no puede darse de la misma manera. Y ahí está el mayor problema de El Jilguero (The Goldfinch, 2019), una película que no sólo se apega concretamente al material original sino que transmite una solemnidad no propia del libro. El guion, escrito por Peter Straughan, demuestra la manera equivocada de mostrar flashbacks y flashforwards haciendo el relato muy tedioso, por demás aburrido y sobre todo repetitivo, dándole un esquema más rígido de lo que debería ser. En cada uno de estos segmentos, tanto en el pasado como en el presente, el guion busca permanentemente conmover al espectador y fracasa estrepitosamente escena a escena. A su vez los aspectos propios de la dirección están muy bien llevados a cabo. Ya sea por lo movimientos de cámara, la iluminación, la fotografía y hasta la música dan a cuenta de que John Crowley es un director que sabe generar clima a través de las cámaras.
Si bien el elenco está constituido por un grupo de actores y actrices de primerísimo nivel con nombres como Ansel Elgort, Nicole Kidman, Sarah Paulson, Luke Wilson y Jeffrey Wright entre otros, las mejores actuaciones las llevan a cabo dos actores que están haciendo sus primeras armas en el cine a pesar de ya llevar varios años figurando en series y en películas menores. Finn Wolfhard (Stranger Things, IT) y Oakes Fegley (Mi Amigo el Dragón, 2016) son los que decididamente se llevan todos los elogios y demuestran que son actores que ya tienen las armas suficientes como para figurar en películas con otro perfil, más similares a ésta, donde pueden demostrar todas sus capacidades. Por otra parte los actores más conocidos y de más renombre no logran demostrar todo lo que sus pergaminos dicen y el gran motivo es la floja estructura y desarrollo en cada uno de sus personajes.
El Jilguero termina siendo una mediocre película teniendo en cuenta el material original de la obra y el elenco con el que cuenta. Un guion aburrido, solemne, repetitivo y que busca constantemente el golpe bajo termina arruinando la buenas decisiones del director y no logran consolidar este film cómo uno de los mejores del año.