El karma de Carmen

Crítica de Julia Soubiate - EscribiendoCine

De lo que siembras cosechas

Con guión de Maria Meira y dirección de Rodolfo Durán, El karma de Carmen (2014) nos presenta una historia acerca del universo femenino, y sobre las nuevas formas del amor, la soledad y la amistad después de los treinta.

La película se centra en la vida de Carmen (Malena Solda), una mujer de 36 años que se ve acechada por el futuro. Carmen ama el helado, nadar, su carrera y su trabajo; tiene un bello departamento, amigos y familia… y sin embargo, algo le falta, y eso la incomoda. Situada en el característico calor agobiante de las fiestas navideñas, vemos vagar a Carmen de lado a lado, con un fastidio palpable que con cada interacción se acrecienta más: Por un lado está su mejor amiga y contracara (Laura Azcurra) que la quiere pero la abandona constantemente en pos de buscar su propio camino con una relación equivocada. Por el otro está su familia, quienes la sostienen pero también la hostigan sobre su situación sentimental.

Sin embargo, todo cambia en su mundo en el lapso de una semana. Primero, su hermano (Gustavo Pardi) le presenta a Javier (Sergio Surraco), un hombre recién separado, atractivo y que desafía casi sin quererlo todas los preconceptos de Carmen. Luego, Carmen gana un viaje para dos personas a Mar del Plata, y es la gota que rebalsa el vaso. Ese viaje la persigue: por más que intenta, no puede compartirlo, ni venderlo, ni ignorarlo. Es la clara representación de su problema, de su karma, y terminará siendo también el catalizador para que esta mujer decida hacer un cambio significativo en su vida.

Más allá de los resultados, la premisa de El karma de Carmen es interesante. Nos propone, en primer plano, el punto de vista de una protagonista atípica, difícil y enmarañada, con la que se puede empatizar hasta cierto punto; porque Carmen es consciente de sus decisiones y las consecuencias que estas le traen, nos cuesta sentir pena por ella. En segundo lugar, el guión se juega a contar una historia romántica moderna, donde la pareja y la seducción no son el foco principal. Es más, Javier y Carmen son un dúo muy extraño: están uno más perdido que el otro cuando de amor se trata, y por eso ellos se tropiezan, se pelean y se atraen al mismo tiempo. Y si bien su dinámica es interesante, queda en un segundo plano. En palabras del director: “Lo que me sedujo del guión escrito por Maria Meira es la construcción de una comedia romántica que se desarrolla a partir de un solo personaje. Si bien hay romance, encuentros y desencuentros con el personaje de Javier, esta no es una comedia romántica de dos; la historia sigue, analiza y profundiza en Carmen y su particular forma de enfrentar el mundo.”

El desarrollo del film puede verse un poco truncado hacia el final, más que nada por algunas escenas repetitivas, o algún diálogo o lugar común, pero con ayuda de las actuaciones, se pedalea hacia un buen balance. En este respecto cabe destacar las actuaciones secundarias, como por ejemplo la excelente participación de Oski Guzmán como Julián, el peculiar exnovio enfermero de Carmen.

El esfuerzo más lindo e innovador de esta historia es intentar situar al espectador en la mirada de un personaje en sus treinta y tantos, y lo que esta edad conlleva para una mujer en la sociedad. La presión, por ejemplo, de tenerlo todo: una carrera exitosa, independencia económica, una pareja estable y también una familia. En eso, Meira y Durán se destacan, y generan interrogantes que vale la pena preguntarse: ¿Qué se busca en una pareja? ¿Qué determina el éxito en una vida? ¿Hay que vivir según las expectativas que se nos exigen? Y, finalmente, ¿Se necesita todo para ser feliz?