El Kiosko es una película sin grandes pretensiones que construye un relato honesto sobre una sociedad egoísta que no sólo piensa en sí misma, sino que es un instrumento en donde la mayoría son títeres o esclavos de esa divergencia.
Con actuaciones secundarias muy sólidas, donde los personajes crean un ambiente que distiende y hace reír con poco de manera efectiva, esta película Argentina se puede jactar de ser un producto localista hasta en su manera de solucionar los conflictos, ésa pequeña fisura donde podemos ver al autor.
Por otro lado, y -desde mi punto de vista- el protagonista, interpretado por Pablo Echarri, sigue una dirección bajo el libreto que desnuda una violencia ante lo que le sucede, que impide cierta compatibilidad con el género, como la necesaria complicidad con el espectador. Este gusto amargo se soluciona con una trama que habla de los valores, tema principal de la película y que es eficaz en el momento de hablar de un problema social en el que el protagonista se encuentra inmerso, y donde –el salir- lo convertiría en un perdedor ante la gran mayoría, y del cual el espectador está implicado.