Las cosas no marchan muy bien en la vida de Mariano (Pablo Echarri). Aburrido de su trabajo de oficina, acepta un retiro voluntario para irse e invertir en la compra de un kiosco en el barrio de su niñez. Pero cuando anuncian el cierre de la calle para abrir un viaducto, se verá obligado a encontrar un nuevo salvoconducto económico con la ayuda de Charly (Roly Serrano), un vendedor de pizzas conocido en la zona.
Así se plantean las cosas en El kiosco. La ópera prima de Pablo Gonzalo Pérez es una tragicomedia que aspira a funcionar como un retrato de tintes contemporáneos sobre la Argentina que mezcla el costumbrismo con una voluntad de crítica social. Una amalgama que da resultados solo por momentos, ya que da la sensación de que el mensaje se antepone por sobre todas las cosas.
El kiosco mixtura humor, algunas pizcas de emotividad y el drama ante la situación de su protagonista. Con algunas ideas interesantes y algunos chistes eficaces, el relato se resiente cuando aborda subtramas no del todo desarrolladas y adquiere aires de artificio deliberado que alejan la posibilidad de empatizar con Mariano. Así, el resultado es un film honesto pero irregular.