El kiosco

Crítica de Isabel Croce - La Prensa

Mariano no está conforme con su trabajo. Un empleo burocrático lo mantiene adosado a un salario fijo; las vacaciones, el aguinaldo que ayudan a la estabilidad de un hogar feliz, con una esposa comprensiva y una nena en la primaria. La posibilidad de un retiro voluntario, la charla con algunos compañeros que lo desmoralizan aún más respecto al futuro de la empresa, lo ayudan a decidirse.

Su padre jubilado le dará el empujoncito final. Le habla del kiosco del barrio que se vende. Hay razones emotivas que unen a Mariano con ese kiosco. Fue el primer lugar adonde fue solo. Eso y otras pequeñas cosas contribuyen a que se encuentre al frente del pequeño negocio. Pero los tiempos de bonanza no son muchos y un desvío de calle, que también va a ayudar a desviar a la gente del lugar, lo sumerge en un drama.

De eso trata "El kiosco", un ícono nacional. Mínimo emprendimiento que con no demasiado capital permite un pasar potable en un país siempre en crisis. De los problemas que su nuevo dueño tiene que pasar trata esta ópera prima de Pablo Gonzalo Pérez.

LUGARES COMUNES
Conocemos a Pérez de aquella "Te llevo en la sangre", una de las "Historias breves" que en 2004 levantaron la edición IV, un clásico cinematográfico nacional. Su atractivo tema, bien llevado, con interesantes personajes, lo destacaron del resto. También Roly Serrano formaba parte del elenco.
"El kiosco" es un filme a medio camino, con abundantes lugares comunes, cierto manejo que recuerda las producciones televisivas masivas de la década del "80 y un humor pasatista pleno de clichés. Ni los personajes, en general estereotipados, escapan a esta fórmula. Sólo es posible rescatar las actuaciones. Bien Echarri en su Mariano, con un Roly Serrano que se mete al público en el bolsillo con su "pizzero sanador". El elenco se completa con Georgina Barbarossa, que hace lo que puede con esa suegra con atributos que no escapan a un modelo gastado de la televisión, y Mario Alarcón como el kiosquero de la infancia.