Sueños clausurados
El cine costumbrista se da la mano con el cine de crítica social en esta ópera prima de Pablo Gonzalo Pérez, un aceptable retrato de la clase media vapuleada, una generación de sueños clausurados con la consabida dosis de humor necesaria para no caer en depresión instantánea. Ver El Kiosco implica un capítulo de un noticiero con una historia de progreso trunco cuando las esperanzas depositadas en un negocio caducan ante el primer escollo insalvable.
Pablo Echarri, ideal para este tipo de papeles, con el target del hombre común encara el rol de Mariano, casado con más de 40 años y con una hija pequeña -guiño tanto a la difícil inserción en el mercado laboral por la edad y a la educación y valores inculcados a la niña- una casa hipotecada y con el desafío de convertir un retiro voluntario en proyecto de negocio familiar al hacerse acreedor de un kiosco de barrio, lugar de su infancia y con el mismo dueño, Don Arriaga (interpretado por Mario Alarcón), quien decide desprenderse del negocio entrado en el período de cansancio según dice en su estrategia de venta. Donde no juega limpio este buen señor es en advertir a su potencial comprador sobre la inminente clausura de la calle a raíz de un emprendimiento del Gobierno para construir un viaducto.
Con todas las cartas servidas en bandeja, nada de lo que ocurre en El Kiosco resulta inverosímil, ni siquiera las diferentes alternativas que baraja Mariano para conservar ese espacio a pesar de todo. El lugar para la solidaridad se reserva en el pizzero en la piel de Roly Serrano, gran secundario como así también alguna que otra intervención cómica de la experimentada Georgina Barbarossa en el papel de suegra criticona.
Cuando la película se torna algo solemne o excedida en la nostalgia, Pablo Echarri se acomoda bajando los decibeles de su performance y rápidamente se apaga el incendio. Tal vez no se lo vea tan cómodo cuando encara una beta humorística, algo que su partenaire Rolly Serrano domina a la perfección.
Sin espoilear debe decirse que el desenlace es coherente al personaje, a su modo de ser y a esa pequeña estirpe de argentinos que aún sobrevive con dignidad.