El problema principal de éste filme podría recaer en su intérprete masculino, pero sería muy injusto endilgarle en este caso alguna responsabilidad en semejante bazofia a Keanu Reeves.
Aunque a fuerza de verdad, creo que si, leyó el guión antes de aceptar la propuesta, siempre y cuando haya habido aunque mal no sea un esbozo del mismo.
La presunción de la historia es demasiado sencilla. Evan (Keanu Reeves) es arquitecto, un buen padre de familia, que se queda solo en su casa el fin de semana por cuestiones laborales.
Todo anda por los carriles supuestos, sólo que afuera la lluvia es torrencial. Ya iniciada la noche, suena le timbre de la puerta de la casa, son dos hermosas jóvenes, perdidas en el barrio residencial en el que vive Evan, le solicitan ayuda para conseguir un taxi, que demorará casi una hora, una dirección exacta por internet o lo que sea que las jóvenes desean.
Nuestro héroe resistirá hasta lo imposible el juego de seducción que proponen las dos ninfas, hasta que casi como que es violado por ambas.
La historia empieza a delinearse como una nueva lectura, con más sexo, de "Funny Games" en cualquiera de sus dos versiones (1997 y 2007), la primera filmada en Austria, la segunda en Estados Unidos, ambas del director Michael Haneke.
Para luego, casi de inmediato, emparentarse con la producción americana, casi independiente, “Hard candy” (2005), aquella en que una adolescente seduce a un adulto en la casa de éste solo por venganza, y ahí aparecía la pequeña gran actriz Ellen Page, por lo que, a partir de la comparación, y no parece ser un tema de histrionismo sino de nuevamente responsabilidad de la escritura, el trabajo de las jóvenes elegidas en la obra que nos ocupa, Ana de Armas y Lorenza Izzo, en los personajes de Bel y Génesis respectivamente, la primera cubana, la segunda chilena y esposa del director, no es pasible por tanto de descalificación taxativa.
Pero en esta oportunidad convengamos que, como invasoras seductoras están más cerca de los lagartos de “Invasión V”, la serie de TV de los ´80, que dos justicieras contra la pedofília.
Todas las escenas se viven como demasiado impuestas, sin desarrollo tipo causa, acto y consecuencia, estructura de cualquier historia, o de la historia misma.
Los personajes carecen de construcción y justificación, sumarle a eso acciones ridículas, un ritmo narrativo que nunca se logra, un desarrollo de la narración que ambiciona ser todo al mismo tiempo y por el mismo precio, hasta se da el “lujo” de pretender transitar por la idea, novedosa por cierto, del juego perverso del gato y el ratón.
El director supo de mejores performances, sostenidas a partir de trabajar las emociones de manera paroxística, tiene sus seguidores, pero creo que quedarán, como poco, desconformes