Desenfrenada farsa de Scorsese
Desaforada farsa sobre el ascenso y caída de un personaje real, Jordan Belfort, un ambicioso agente de bolsas que edificó de la nada un imperio financiero. Belfort es destructivo, carismático, caprichoso, drogón, desesperado, un tipo que juega siempre con fuego y no se detiene ante nada, el centro de esta caricatura corrosiva. Lo mejor del filme es el espíritu desafiante y arriesgado de un veterano Scorsese que, lejos de apostar a la fabula moralizadora, apela a todos los excesos apara pintarnos un mundo tan cruel como irreal. El filme es largo, grotesco y siempre a punto de desbarrancarse, con personajes pintados a la ligera y una acción que no decae, pero en sus excesos dejar ver la desmesura de una realidad hecha de esas ruidosas burbujas que nunca llegan a tierra. En una buena escena del comienzo, le explican al joven Belfort, que en Wall Street todo es mentira, que no hay nada debajo de esa lluvia de cifras y lujos, que la vida pasa a ser un fraude más para estos agentes que venden como diamantes los residuos de un mundo que hace sus caminos con puro barro. Y eso es todo. El filme no es sugerente ni incisivo, no conmueve ni admite lecturas ocultas, todo está allí, vertiginoso, pasado de vueltas, demasiado explícito, un desenfrenado desfile de gritos, droga, sexo, borrachera, billetes, aprietes y traiciones que ponen en escena el mensaje desolador de un mundo que necesita (como sugiere la escena final) que los embaucadores de siempre sigan vendiendo ilusiones a esa manada de crédulos que creen necesitar lo que están comprando.