Martin Scorsese elige a Leonardo Di Caprio para protagonizar la biografía de Jordan Belfort, un corredor de bolsa sumamente codicioso con aires de rockstar que llega a ser millonario con sólo veintiséis años.
La plata no se cuenta, se pesa
Jordan Belfort (Leo Di Caprio) con 24 años llega a Wall Street a fines de los ´80, una época con altibajos que se preparaba para la abundancia y derroche de los ´90. El joven hace carrera y va aprendiendo las artimañas de una profesión cuasi ficticia, especulativa y legal, pero su codicia lo lleva rápidamente al lanzamiento indiscriminado de pequeñas empresas en Bolsa que no poseen prácticamente inversión y un entramado corrupto dentro del marco de su propia firma de inversiones: Stratton Oakmonts. Prontamente la empresa se convirtió en uno de los nombres más reconocidos de las finanzas y eso trajo una investigación minuciosa del FBI sobre Belfort que se comporta como si fuera el rey de Sodoma.
El Autor Neoyorquinor
“El Lobo de Wall Street” no escapa de los tips autorales de Scorsese que siguen preservando su comicidad y aguda crítica tras casi cinco décadas.
Al igual que en casi toda su filmografía, Scorsese nos presenta un sujeto central a partir del cual se despliega un abanico de coloridos personajes simpáticos que conforman el entorno y núcleo del protagonista. Dicho medio siempre trata de gente turbia, que en este caso podríamos clasificar como proto-mafiosos para diferenciarlos de verdaderos profesionales como los de “Casino” o “Buenos Muchachos”, aunque acá no se pierde el toque italoamericano tipo clan hay algo más suave, de ladrones de guante blanco que justifica el por qué pasamos de Robert De Niro a Leo Di Caprio y de Joe Pesci a Jonah Hill. Los personajes se conducen instintivamente y con esa picardía que los argentinos entendemos bien hasta que comienzan a aparecer atisbos morales que interrumpen, frenan y luchan, siempre representado por alguna mujer (en este caso la primera mujer de Jordan Belfort) y el FBI.
Este relato se construye con una voz en off casi documental, momentos manieristas en los que Di Caprio habla a cámara, además de excepcionales diálogos de un humor impecable y, no podía faltar, el montaje de la leal y talentosa Thelma Schoonmaker.
Conclusión
Si bien no hablé al respecto en mi breve reseña, no hay que olvidar que el cine de Scorsese habla generalmente de Nueva York y esta película no es la excepción. Jordan Belfort es un espejo de esa ciudad en los `90, llevando una vida agitada y acelerada que cuestiona e interroga de forma divertida los límites personales. Sin lugar a dudas la van a pasar bien en la sala y no sólo por el aire acondicionado sino porque ésta es una obra más que se suma a la soberbia filmografia de Martin.
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