Martin Scorsese satiriza con malicia el sueño americano
Como en "Buenos muchachos", los protagonistas de "El lobo de Wall Street" son capaces de las peores canalladas, pero concentrándose en pasarla bomba durante el proceso. En "Buenos Muchachos" los placeres y picardías de la vida del gangster de a poco iban generando las esperables consecuencias, hasta que todo estaba realmente mal.
La diferencia es que "El lobo de Wall Street" y su banda de rufianes llegan a sufrir un auténtico castigo por sus fechorías, lo que convierte a esta singular comedia negra de Martin Scorsese en una maliciosa sátira del American way of life. Tan ácida y pasada de rosca que en un punto casi podría parecerse a una apología de estos malvados. Sobre todo porque las antológicas actuaciones de DiCaprio como "el lobo" y del aún más brillante Jonah Hill como, digamos, su cachorro, muestran dinámica y alegremente ese aspecto inevitable de la naturaleza humana, lo que consigue que uno no pueda no festejar sus peores tropelías. Se podría entender este chispeante opus de Scorsese como todo un ejemplo de fábula picaresca tipo Bocaccio, pero aplicada a desfalcos verídicos de fines del siglo pasado. Por momentos recuerda algunas de la mejores películas de Robert Altman, que en su época de mayor gloria, los años 70, solía encarar sátiras al sueño americano bastante corrosivas y de duración similar al de esta exagerada oda al latrocinio de niveles épicos.
Basada en la autobiografía de un tristemente célebre estafador de los 90, que luego de robar millones, sólo pasó 20 meses en la cárcel, esta delirante visión de los peores crápulas del mundo de los negocios se concentra, por un lado, en las múltiples bajezas de estos tipos, y al mismo tiempo se dedica a enfocar su admirable consagración a festejar sus millones mal habidos en juergas interminables con todas las variantes posibles de sexo y drogas, a un punto que por momentos casi el mismísimo Al Pacino de "Scarface" podría parecer un tipo moderado.
Dura tres horas, lo que es tan excesivo como los personajes que describe. Aquí hay de todo, incluyendo docenas de diálogos y situaciones que se pasan de la raya a niveles asombrosos. A los 71 años, Scorsese sigue siendo todo un adolescente genial decidido a mojarle la oreja a todo el establishment hollywoodense. Y retoma su lado más cómico, con mas bríos que en "After hours" y "El rey de la comedia". En esto ayudan mucho Rob Reiner y Matthew McConaughey, que son los que mejor se lucen cuando el tono va directo a la comedia. En este sentido no se puede dejar de insistir en lo genial que está Jonah Hill, un actor de comedias políticamente incorrectas como "Superbad" o la más reciente "Este es el fin", que dirigido por Scorsese, se convierte en una mezcla de Joe Pesci y Alberto Sordi. Entre las muchas cosas imperdibles que tiene esta película, ésta sería la más notable.
Más allá de que en lo formal no es la película más rigurosa en la carrera del director, en las tres horas de "El lobo de Wall Street" hay más cine que en casi todo lo que hayamos visto el año pasado.
Eso sí, si alguien no tiene ganas de ver escenas de sexo, drogas y juergas de todo tipo y calibre, directamente ni debería acercase al multiplex. Quien quiera ver tres horas de tarambanas de la peor calaña divirtiéndose de maneras totalmente reprobables, todo al ritmo del mejor rock y soul clásico ya deberá dejar de leer esto y salir corriendo al cine.
Ah, y mejor ni hablar de las beldades ligerísimas de ropas, porque nos llevaría varias páginas más.