Una orgía cinematográfica
Esta es quizás la película más extrema, radical y políticamente incorrecta de un Scorsese que no se guarda nada. En la quinta colaboración con DiCaprio, realiza un registro épico y descarnado de la codicia, la sed de poder y sus consecuencias, temática que atraviesa toda su filmografía. Scorsese se convierte en un arqueólogo del cine y de la ciudad de Nueva York, a la que vuelve a explorar, esta vez ubicándose hacia fines de los ’80/ principios de los ’90 en Wall Street.
El protagonista de esta obra es el más descontrolado, bizarro y autodestructivo de todos. Un personaje border, pasado de rosca como ningún otro, que hace que Tony Montana y Henry Hill parezcan amateurs. Este es un personaje que drogado es capaz de hacer una orgía en un avión, destrozar su Ferrari blanca, aterrizar un helicóptero en el jardín de su mansión, jugar a lanzar enanos y hacer que la oficina parezca el set de Calígula.
A diferencia de otras películas de Scorsese, en esta el sexo ocupa el lugar de la violencia. Scorsese repite con maestría los recursos utilizados para narrar Buenos Muchachos y Casino: el protagonista hablando a cámara, la imagen congelada y la voz en off para el relato, que podría dividirse en dos partes. La primera, de humor negro y aceleración, y la segunda, dramática y oscura, que funciona como un “Mc Bajón” después de una noche de fiesta a pura adrenalina...