"Pánico y locura en Wall Street"
Dentro de la inmensa carrera del grandioso Martin Scorsese hay una extensa lista de películas que ya son clásicos dentro de la historia del séptimo arte, sin importar demasiado los variados géneros a los cuales pertenecen.
“El lobo de Wall Street” difícilmente pueda entrar de forma cómoda dentro de ese grupo, pero sin embargo estamos frente a una producción que se disfruta y se celebra por ser una inmejorable oferta para comenzar el año en materia de cine.
Los grandes directores son aquellos que trabajan una infinita variedad de historias y pueden impregnarles a todas ellas su sello particular, sin que eso signifique caer en la repetición u otros errores más comunes de los realizadores novatos.
Las comparaciones son odiosas, siempre, pero el gran Scorsese en sus últimos tres proyectos abarcó géneros con los cuales no estaba familiarizado y salió más que victorioso, algo que difícilmente podamos decir de otros directores.
Si “La isla siniestra” (2010) fue una gran historia de terror y suspenso y “La invención de Hugo Cabret” (2011) fue una tremenda y emotiva historia de aventuras para toda la familia, el más reciente desembarco a la comedia y el humor negro de la mano de “El lobo de Wall Street” sirve para demostrar que Martin Scorsese es un realizador enorme con un talento intacto para contar grandes historias.
Basada en hechos reales, la historia de Jordan Belfort es cinematográfica en todo sentido y con este traspaso a la pantalla grande se consolida como otro gran exponente de las películas norteamericanas que en el último tiempo se esmeraron por mostrar los limites irracionales y estúpidos que alcanzan algunas personas por cumplir el famoso “sueño americano”.
Nuevamente apoyándose en un gran trabajo actoral por parte de Leonardo Di Caprio y en un elenco cargado de talento, “El lobo de Wall Street” sigue los pasos de la vida Belfort basándose en lo que él mismo relató en su propio libro, el cual abarca sus inicios como un idílico y joven corredor de bolsa, su caída estrepitosa en la adicción a las drogas, el sexo y el alcohol y su patético pero real desenlace frente a la justicia norteamericana.
Hay que destacar sí o sí de “El lobo de Wall Street” la correcta química que logra la dupla DiCaprio y Jonah Hill en algunos momentos muy bizarros y entretenidos, como así también la interesante actuación de la joven actriz australiana Margot Robbie y los breves pero intensamente divertidos minutos de Matthew McConaughey, los cuales definen la película por completo con una escena genial junto con DiCaprio.
El siempre interesante apartado técnico apoyado en la fotografía de Rodrigo Prieto (Argo, Wall Street 2), la dinámica edición de la Thelma Schoonmaker (clásica colaboradora de Scorsese) y una banda sonora para todos los gustos logra también que las casi tres horas de duración se pasen volando sin que uno lo sienta demasiado.
Lo único negativo que se le puede recriminar a “El lobo de Wall Street” es que termina en arenas movedizas, dejando un tramo final bastante recortado y de sello abrupto.
Recordemos de todas formas que Scorsese tuvo que trabajar bastante en la edición de este proyecto para que no sufriera una calificación que perjudicara su desempeño en taquilla, por lo que no sería de extrañar que tarde o temprano conozcamos el corte del director de esta historia en algún formato casero.
En definitiva, “El lobo de Wall Street” no es perfecta pero es una más que placentera propuesta que logra ofrecer en un solo resultado algunos de los aspectos más salientes de dos clásicos del cine como lo son “Buenos Muchachos” (1990) y “Wall Street” (Oliver Stone, 1987).