El lobo de Wall Street representa un capítulo más de la fructífera colaboración entre Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio. Este filme cuenta la historia de Jordan Belfort, un célebre broker de la city neoyorkina que en los años 90 amasó una fortuna estafando a los inversionistas.
La película está basada en la autobiografía del Belfort, pero el texto parece escrito a la medida del nervio y el talento del veterano realizador que le imprime al relato un ritmo intenso y constante.
Para trepar en el sórdido mundillo de Wall Street, Jordan Belfort abusa de la confianza de inversionistas, muchas veces de clase media/baja, para poder sostener su excéntrico ritmo de vida y esa adrenalina frenética que necesita tanto como las drogas que toma. Una de las secuencias más divertidas y logradas de la película tiene que ver con la utilización de drogas y el efecto retardado que tienen algunos medicamentos vencidos, slapstick en su estado puro.
Desde hace algunos años cuando veo la solvencia y el rigor actoral de Leonardo DiCaprio recuerdo la polémica que se suscitó a finales del siglo pasado sobre si realmente se trata de un buen actor o si es sobrevalorado por su condición de baby face. Las colaboraciones entre Scorsese y DiCaprio enterraron esa estúpida polémica, DiCaprio es un actor del carajo y en este filme la complejidad que muestra Jordan Belfort está íntimamente ligada a la labor del intérprete.
En palabras de Scorsese El lobo de Wall Street es un relato sobre el poder absoluto. En parte por ello Marty no juzga a los personajes e invita al espectador a reflexionar sobre como actuarían ellos si vivieran las mismas situaciones que le toca atravesar a Belfort. Sin embargo la película aborda con cinismo crítico la idea del “sueño americano” y el modus operandis del mundo financiero.
Fausto Nicolás Balbi
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