Pecados capitales (Los signos medúseos – Parte 2)
Uno de los mejores momentos de esta película es aquel en el que el habitualmente ninguneado y ahora reivindicado Matthew McConaughey, suerte de mentor del personaje interpretado por Leonardo Di Caprio, explica y resume todo el sistema financiero bajo el concepto de “Fugazi”. Ese momento vale y a la vez explica toda la película. No hay reglas, todo es ficción y lo que impera es el triunfo de la voluntad. El único problema con esa escena es que está al principio (y hasta puede verse en el trailer), y lo que queda, que es bastante, es una reiteración de esa idea central, adornada por algunos momentos brillantes y otros previsibles.
En la nota anterior nos referíamos al concepto de Signo Medúseo, término útil para abordar la obra de Martin Scorsese, en particular de los años 90 en adelante. En algún punto MS se volvió SM.
Esto no quiere decir que no haya nada rescatable en este nuevo trabajo del casi siempre vital y efusivo y a esta altura mítico director. Sólo que esa vitalidad tan celebrada se encuentra agazapada y se hace presente solo por momentos en esa espiral de desmesura que acumula excesos y colecciona anécdotas para volver a contar una historia de asenso y caída que culmina con una incomoda delación y una redención ambigua. Y hasta se vuelve aleccionadora para aclarar que ni el dinero ni el sexo ni las drogas llevan a la felicidad. Si en Escándalo Americano el “más de los mismo” la volvía una encantadora falsificación, en este caso toda la historia real de Jordan Belfort deviene en eficaz fugazi.