Muchas adicciones para un sólo vicio
Cuando se catalogan las películas suele clasificarse como: “para todo público” o “mayores de 16”, como si eso fuese a decir algo de la película o los niños no la puedan entender en su totalidad. El “Lobo de Wall Street” no sólo queda al margen del público menor de edad por las drogas, las escenas de sexo y lo despiadado de sus personajes, sino que diría que está limitado para muchos adultos que no disfrutan este tipo de cine. Se trata de 3 horas constantes de un motivo repetitivo con el cual muchos se sienten incómodos y han llegado a calificar esta película como mala.
Y, claramente, el lobo de Wall Street no merece ni siquiera una especulación de esa calificación.
No sólo por retratar la crudeza y la hipocresía del mundo capitalista más asqueroso en un nivel descarado, sino como producto narrativo que cierra en sus actuaciones y sus simbolismos internos. Pero esa crudeza es tan profunda que corre riesgo de ser considerada apología.
Jordan Belfort (Leonardo Di Caprio) es retratado en sus inicios desde la ambición de un joven corredor de bolsa, sin ese apetito voraz y los prejuicios destruídos, que en su primer día tiene la suerte de cruzarse con su mentor Mark Hanna (Mattew McConaughey) en el que se refleja su futuro. La breve escena muestra un McConaughey genial que cierra la introducción y anticipa el futuro de la película, ya que luego de que la empresa, donde trabajan ambos quiebra, en soledad Belfort va en búsqueda de su nuevo trabajo.
Aquí está el corazón de la película, el núcleo. Porque al encontrarse en esa situación desesperada, en la que cualquier ser humano puede estar, Belfort entiende que el éxito de la elite de Wall Street no se trata del discurso del negocio y el esfuerzo, sino que en el fondo, en lo más bajo de la sociedad norteamericana se iguala con lo de arriba. El famoso sueño americano iguala a todos, aunque quieran diferenciarse, por eso recluta vendedores, pero de droga, vendedores comunes y callejeros como semillero de su éxito, a quienes les enseña el método con su talento especial para la motivación.
Allí conoce a su ladero, Donnie Azoff (Jonah Hill) otro de los grandes personajes de la película, otro de los grandes fracasados de los Estados Unidos, que está casado con su prima y con su ambición y actitud, logra irritar a cualquiera. Si vamos a trabajos anteriores de Scorsese, vendría a ser el Joe Pesci de esta película, y aunque se encuentre lejos del talento del italoamericano, Hill cumple bastante bien.
Como dice al principio Belfort, su ambición es el dinero, el resto de los excesos solamente son el motor para mantenerlo atento, despierto, para que las limitaciones del cuerpo no hagan decaer la posibilidad de hacer un negocio. Los otros vicios van y vienen. El capitalismo en los ochentas logró expandir su negocio a escalas globales, no solamente en las inversiones, sino en el modelo de corredor con un ojo pendiente en Tokio, Londrés y Nueva York, con un sueño, no dormir. Esa posibilidad de hacer plata en todo momento y que nunca se detenga la maquinaria.
Si hay una crítica que se le puede hacer, es que en cierta forma la película logra que el espectador se involucre con Belfort en sus negocios espurios y la parte oscura de la película queda, sólo mencionada como un párrafo y no se ve. Los estafados, hayan sido por una cuestión impositiva, de legalidad de la operación o algún personaje perjudicado en concreto, están ocultos. El FBI lo presiona y está detrás de él, pero parece o da la sensación que lo negativo de las acciones de Belfort son sus excesos y actitudes, mientras que sus implicancias al resto de la sociedad parecen no existir.
Quizás se demuestra la omisión, en la escena que el agente Patrick Denham (Kyle Chandler) lee en el subte la noticia de su éxito, como una forma de decirnos que en el fondo esas estafas de Wall Street están tan lejos del pueblo, y por eso nadie puede reconocer o valorar su labor.
Otra crítica al film es que más allá de Jonah Hill o Leo Di Caprio, no hay personajes fuertes o destacables. El resto de los actores navega en una intrascendencia absoluta que le quita un poco de peso al producto completo en sí.
Pero bueno, tampoco vamos a pedir una película políticamente correcta, porque en definitiva en ningún momento el personaje lo es, y el film es sobre la vida de ese ser tan omnipotente que se lleva todo puesto.
En las pequeñas actitudes y detalles es donde se ve la profundidad de ese personaje y de la narración. Cuando le tira el sueldo de un año al agente del FBI o cuando da sus grandilocuentes discursos (podría decir más pero estaría relevando parte de la trama) convierte ese mundo de las finanzas que se quiere mostrar honesto, correcto y prestigioso, como lo que verdaderamente es, una jungla por el dinero que mide el éxito por la cantidad y no por lo que está a su alrededor. Están en un piso tan alto que pierden contacto con lo que fueron y de donde vinieron, más que eso, se quieren alejar, “porque elijen ser ricos” como si se pudiera elegir.
Ese tipo de riqueza tan ostentosa los incómoda a los magnates de Wall Street, porque saben que en el fondo está mal. Belfort es consciente porque sabe de dónde vino y lo explota. Por eso su empresa es lo que se muestra que es, y sus empleados le están agradecidos porque se pone a su nivel. Pero esa aparente diversión también muestra lo primitivo del hombre y el capitalismo de su esencia.
Narrativamente la película encaja por todos lados, inclusive en los detalles más pequeños, por ejemplo al mostrar la primera vez que tiene sexo con la despampanante Naomi (Margot Robbie) y luego al hacernos ver que la última fue igual, como para cerrar su proceso. Son 3 horas que no se hacen largas para nada. No está lejos de lo mejor de Scorsese, pero no brilla porque ese estilo es tan conocido como repetido en él. Las comparaciones no son buenas, pero por ejemplo, American Hustle (Escandalo Americano) a pesar de ser una buena película, no deja el mismo el gusto, y allí los diversos cierres quedan a mitad de camino.
PD: Ah, no calificamos la actuación de Di Caprio, ¿Hace falta a esta altura?
Por Germán Morales