El tríptico amoral de Scorsese encuentra su cierre perfecto.
Si algo caracteriza la obra del prolífico director Martin Scorsese es la maestría para sumergirnos en los universos más lejanos a la vida vulgar y rutinaria de la mayoría de los mortales generando una empatía instantánea con sus criaturas cinéfilas por mas reprochable que sea su accionar. Nos ocurrió con Henry Hill (aquel mafioso interpretado por Ray Liotta en Buenos Muchachos) y también con Sam Rothstein en Casino, esos seres carentes totalmente de parámetros morales ejercían una fascinación tan intensa como visceral. El lobo de Wall Street nos sumerge en un universo inexplorado(por lo menos desde esta mirada empática)que es el de los corredores de bolsa de la capital financiera del mundo occidental capitalista moderno.
El film está basado en la autobiografía de Jordan Belfort cuenta con un guión adaptado por Terence Winter,quien posee una relación directa con los mundos moralmente discutibles luego de su participación en series como The Sopranos y Boardwalk Empire.
La historia ambientada en la década del ochenta en Nueva York nos permite conocer a Jordan Belfort (interpretado por un Leo Di Caprio en estado de gracia) un joven con ambiciones que ingresa tímidamente al mundo de los corredores de bolsa y luego de una motivadora charla con un mentor ad hoc interpretado por Mathew Mc Conaughey. En la misma se le dan al joven las dos claves del éxito : masturbación para exorcizar los fantasmas del sexo y lograr claridad mental y altas dosis de cocaína para estar en un estado de alerta constante . Jordan es un aprendiz aplicado, pero la caída de la bolsa de 1987 lo dejará fuera de las pistas y será entonces cuando la estafa (en pequeña escala) se volverá su medio de supervivencia económico a través de la venta de acciones sin valor en el mercado a pequeños inversionistas desprevenidos que él sabrá encantar con la convicción de sus palabras.
A partir de entonces el relato se convertirá en un anárquico, frenético y grotesco paseo por un mundo donde los excesos son tan necesarios como inevitables. Y cuando hablamos de excesos nos referimos a orgías, abuso de sustancias e inmoralidades varias que serían el orgullo de Tinto Brass o de John Waters. Todo esto perfectamente acompañado con una banda de sonido elegida con un cuidado casi obsesivo por el supervisor musical Randall Poster quien se encargó (bajo la experta mirada del director) de seleccionar un conjunto de obras que van desde Billy Joel pasando por Cypress Hill, Foo Fighters o hasta incluso Umberto Tozzi .
Todo es parte de esta desmesura narrativa que traza un paralelo entre el ritmo de vida de Jordan y el desarrollo del film con un descontrol acotado que solo puede lograrse cuando se conoce el oficio a la perfección como lo hace Scorsese.
http://www.youtube.com/watch?v=lYWlb3Xvv2I
El lobo de Wall Street nos brinda una mirada sobre un universo inexplorado por la mayoría de los mortales, los que rara vez pueden presenciar los hilos que se tensan detrás de las movidas financieras que los afectan. Algo así como el descorrimiento de un velo que nos permite ser voyeurs de lo que nos es vedado: la inmoralidad en su máximo esplendor.
Y esta neutralidad moral que el director asume en su relato tal vez sea lo que más incomode a cierto sector de la crítica y de los espectadores.
Incluso ha sido publicada en LA Weekly una carta abierta de una de las hijas de un socio de Belford Christina McDowell quien manifiestamente acusa al director y a su protagonista de banalizar el accionar del inescrupuloso vendedor de acciones e ignorar las nefastas consecuencias de su accionar para muchos de los damnificados.
Lo cierto es que el caso de Belford , en la vida real , es una clara muestra de lo salvaje del sistema capitalista y el poder judicial norteamericano tampoco tomó demasiadas cartas en el asunto.De hecho la morigeración de su pena se basó en la traición a sus compañeros de ruta . ¿Porque entonces pedirle a Scorsese que se erija como un paladín justiciero o que convierta su film en una fábula moralizadora?
El director ha asumido el riesgo de mostrar el exceso de las altas esferas económicas sin caer en la tentación de condenarlo y no ha ahorrado recursos cinematográficos (flashbacks, montaje frenético) en un relato contundente como pocas veces se ha visto.
El lobo de Wall Street es una experiencia cinéfila como pocas veces se ha visto. ¿Perfecta? Claro que no,pero transmite plenamente el espíritu desenfrenado de un sector de la sociedad cuya única certeza es la propia volatilidad.