Pájaro Cantor Tanguito, Moris, Litto Nebbia, Oscar Moro, estos son algunos de los nombres que vienen insintivamente a nuestra memoria cuando pensamos en los pioneros del rock nacional en castellano… ¿Pero alguien se acuerda de Pajarito Zaguri? En El mago de los vagos (2016) un realizador decubre que su vecino no es más ni menos que uno de los responsables del puntapie inicial del rock en nuestro idioma, pero uno que eligió vivir en los márgenes, sin ser una celebridad ni pasar cada instante conviviendo con la fama a flor de piel, un héroe bohemio del under. Es así como mediante fragmentos de entrevistas en clave sumamente informal se va construyendo la historia de Alberto Ramón García, mejor conocido por su alias escénico Pajarito Zaguri. Enriquecen la propuesta testimonios de gente ligada a la música y el entretenimiento, como Germán Daffunchio de Las Pelotas y Diego Capusotto entre otros. Aunque también le aportan color –y posiblemente representen el costado más interesante de la obra- todas aquellas personas entervistadas azarozamente, quienes desconocen a este tal Pajarito Zaguri, un nombre que curiosamente escapó al inconsciente colectivo popular a pesar de ser una leyenda con tintes de mito urbano. Sin una estructura narrativa clásica en lo referente al género documental, El mago de los vagos se las ingenia para mostrarnos retazos de un artista lleno de particularidades, cuya historia merece ser rescatada y posiblemente de esta manera caótica y desarticulada en que es presentada. Una interesante mirada sobre un personaje que sorprende a quienes nunca oyeron hablar de él y reconforta a aquellos que lo veneran junto al resto de los próceres del rock local.
Un encantador documental sobre una figura no menos fascinante, talentosa y misteriosa: Pajarito Zaguri. Se trata de un trabajo sobre el padre no reconocido del rock nacional, pieza fundamental del movimiento, reconocido como leyenda, pero que nunca se hizo famoso aunque siempre estuvo en los momentos claves y con sus pares más reconocidos. Y en este valioso documental de Pedro Otero se sale de la norma como el objeto de su investigación. Esta simplemente a su altura. No solo resulta el vecino increíble de un cineasta, sino que un Twist divertido de humor negro juega con el misterio de un músico que nunca claudicó su ideario, que se siente orgulloso de su talento, que se muestra gracioso, nunca patético, siempre brillante, que desapareció durante años para vivir en Traslasierra. Generoso y único.
El haberse topado con Pajarito Zaguri como vecino fue el motor inicial de este documental en el que Pedro Otero, a través de una serie de conversaciones con la mítica pero a la vez no muy conocida figura fundacional del rock nacional, va dando a conocer al personaje. No hay demasiado interés puesto en armar una biografía o una cronología wikipédica en la propuesta, sino mostrar al personaje con sus particulares características: el más independiente y marginal de los rockeros/bluseros de la primera generación del rock vernáculo que siempre se mantuvo al margen del éxito comercial y la masividad. Pero Otero cruza una serie de fronteras. Por un lado, mostrando la cocina del documental. Y, por otro, poniendo en duda muchas de las aseveraciones de su protagonista. Pocos lo conocen, casi ninguno sabe qué es de su vida y al propio Zaguri le gusta ese juego de verdades y mentiras, al punto que cuenta varias anécdotas falsas. Allí aparece una situación llamativa. El director le propone al personaje anunciar su muerte públicamente y que sea una mentira. Solo su hija sabrá la verdad. Es entoncs que el documental juega con una idea: ¿la muerte de Zaguri fue tal o es todo un juego, una locura más a la que se prestó el músico? Muchos deben saber la verdad del asunto pero no la revelaré acá. Además de las conversaciones informales con Zaguri, Otero aporta comentarios y recuerdos de personas que lo conocieron en la vida real o por su fama de figura secreta del rock nacional. Algunos famosos, como Diego Capusotto o Esteban Lamothe. Otros, desconocidos. Y lo que logra es una pintura simpática y amable de Zaguri, una que trata de mostrarlo como un vecino de barrio, en situación de entrecasa, pero parte también como alguien que es parte de una cultura, como la del rock, con sus códigos y tradiciones. Lo de si murió o no puede no ser más que una broma. Lo cierto es que durante los 80 minutos que dura este fresco, asumidamente descuidado y atractivo documental, Pajarito Zaguri está más vivo que nunca. En el cine la muerte no existe.
Se estrena El mago de los vagos, de Pedro Otero, documental sobre Pajarito Zaguri, ícono del rock nacional, que participó del último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. El último rebelde. Alberto Ramón García, mejor conocido como Pajarito Zaguri, fue uno de los pioneros del rock nacional. Junto con Moris y Litto Nebbia, entre otros, formó parte de las primeras bandas emblemáticas del género en Argentina como Los Beatniks, Los náufragos y La barra de chocolate. Desde fines de los años ’60 hasta mediados de los ’70 fue un símbolo de la rebeldía y la juventud. Pero un día desapareció. A diferencia de sus colegas, Pajarito voló. Pedro Otero, realizador cinematográfico, descubrió a Zaguri en su propio edificio, literalmente. El legendario guitarrista y voz del tema Rebelde, vivía un piso debajo de él. A lo largo de varios años fue juntando charlas -algunas grabadas en video, otras sólo audio- que van recopilando la agitada, divertida y exquisita vida de Pajarito Zaguri, el mago de los vagos, el músico al que no le interesó la fama ni el dinero. Incluso, en algún momento, ni siquiera su arte. El documental de Otero, que lo tiene como coprotagonista, es una caja de sorpresas, especialmente cuando el realizador se queda imprevistamente sin protagonista. Las herramientas audiovisuales a las que recurre para completar el trabajo son de lo más imaginativas e ingeniosas. Desde la animación a la mitificación inmortal, Otero echa mano a la creatividad para armar una película que funciona como una investigación para descubrir quién fue y adónde se fue Pajarito. Es un trabajo con mucho humor, corazón y calle. Pajarito recorriendo las pizzerías más populares de la avenida Corrientes, brindando anécdotas maravillosas, perseguido por las cámaras de Otero son el retrato más puro de una persona que revolucionó los esquemas hasta el día de su supuesta muerte. El mago de los vagos es un meticuloso reencuentro con la historia del rock nacional y con un personaje injustamente olvidado, pero cuya responsabilidad también en parte le cabe al mismo protagonista. No se trata solamente de un registro de una figura, de recopilación de recuerdos y material de archivo, en El mago de los vagos hay ideas, posiblemente surgidas medio por accidente, pero que se ajustan perfectamente con la personalidad retratada.
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El pajarito canta hasta morir Desde el título, la palabra mago remite a magia y magia a la manipulación de la percepción de lo real. En el cine la magia surge cuando ese fragmento de imagen se desordena y la lógica del tiempo lineal se ve afectada por una ley en la que el tiempo propiamente dicho se disuelve en un continuo, que sólo culmina cuando el director decide que termine. Y eso es lo primero que surge al tomar contacto con este extraño documental del cineasta Pedro Otero, que tiene por protagonista excluyente a Alberto Ramón García, más conocido en el mundillo del rock nacional como el pionero Pajarito Zaguri. La primera sensación es la de sorpresa y la suspensión de credibilidad a partir de la historia que el propio Pedro Otero comparte con el espectador: se entera que pajarito es vecino en su edificio y entabla una relación prácticamente amistosa devenida propuesta para construir un documental sobre este mito del rock, contemporáneo de Moris, Tanguito y autor de innumerables piezas antológicas como Alza la voz, en base a charlas informales en las que el músico y blusero se disponga a revelar parte de su vida. No hay un orden establecido ni una agenda estricta, sino simplemente una cámara que sigue a pajarito en su intimidad, algo así como el reverso de una puesta de reality donde las estrellas cuentan su día a día como si a alguien que está del otro lado de la pantalla le interesara tanta intimidad a flor de piel. En El mago de los vagos, el recuerdo del pasado llega difuso y pasa por el terreno sinuoso de la reconstrucción a partir de la subjetividad del propio protagonista, pero la novedad en ese derrotero escurridiso por calles del centro, lugares míticos, de un personaje que por decisión propia en un determinado momento de su vida desapareció literalmente de los lugares que solía frecuentar para recluirse en las anónimas sierras cordobesa por varios años, se distorsiona al extremo tras haberse conocido la noticia de su muerte. Ese es el punto de inflexión y el espacio con mayores matices de interpretación en la audaz propuesta de Pedro Otero, quien trabaja sobre la zona del mito y la leyenda, despojada del personaje y su realidad, siempre con la manifiesta exposición del artificio detrás de la idea para reinventar a un Pajarito que se vuelve leyenda por cómo se lo recupera del anonimato no sólo desde los testimonios de personajes también conocidos como Diego Capusoto o músicos sino desde el desconocimiento en la calle cuando se le pregunta a la gente si sabe quién es Pajarito Zaguri. Sobre el “quién es”, no obstante, este documental aporta un costado de intimidad diferente al estilo tradicional de la biopic rockera. Sin embargo, cuando el foco toma por asalto al rostro y no a la máscara, corre el velo de la certeza y abre el interrogante teñido de ambivalencia, creencia o escepticismo acerca de las anécdotas, los recuerdos y esa insistente forma de huir de la soledad y el olvido.