Olivier Gourmet, actor fetiche de los hermanos Dardenne, se pone en la piel del Ministro de Transporte que debe hacer frente a una tragedia, un autobús cayó en un barranco y hay una docena de víctimas. Una trama en donde se fusionan las internas políticas, las privatizaciones y la crisis económica. Cualquier parecido con la realidad, no es pura coincidencia, es que además de estar filmada con una cámara nerviosa que trasmite tensión y cierto toque documental, el filme es una crítica acida al capitalismo, la política salvaje y las corporaciones. Como si esto no fuera suficientemente atractivo, la realización hace gala de un atronador diseño de sonido y una fotografía estridente, que se destaca sobre todo en las escenas oníricas, momentos de enorme surrealismo que inquieta y cautiva al mismo tiempo. Cine Francés de calidad para reflexionar.