Lúcida puesta en escena, ritmo constante y rigor en el tercer largometraje de Pierre Schöller.
El ministro es una película sobre el poder, pero no sobre la lucha por obtenerlo (aunque es inevitable que en algunas escenas el tema esté presente) sino sobre la forma en la que el ministro de trasporte, Bernard Saint-Jean (Olivier Gourmet) lo lleva a la práctica: las presiones que debe enfrentar, los condicionamientos y la soledad que el mismo implica.
El relato comienza de madrugada, segundos después de consumarse una tragedia vial en la que el ministro debe atender y acompañar a las víctimas y sus familiares. A la vez que el director, Pierre Schöller, representa el ejercicio del poder realiza la semblanza de ese hombre noble y solitario que debe mostrarse firme y decidido en un ámbito súper competitivo.
El trabajo de Olivier Gourmet para darle carnadura a Saint-Jean es notable. Gracias a él podemos apreciar la complejidad y la humanidad del mismo que desde abajo se supo hacer un lugar en la vida política de su país. En medio de una dirección de actores notable, vale la pena destacar también la labor de Michel Blanc, en el rol de jefe de gabinete del ministerio y hombre de confianza de Bernard.
En su tercer largometraje Schöller demuestra un lúcido manejo de la puesta en escena y el relato cinematográfico. El filme tiene un ritmo constante, que es lo acerca al thriller, si a esto le sumamos el rigor con el que Schöller habla sobre las formas del poder, nos encontramos ante una obra valiosa y reflexiva.